Me faltan 7. Si mis padres se hubieran anticipado en sólo 7 años, en estos momentos yo estaría en condiciones de festejar los cien años de mi nacimiento junto a los cien años de Orense. Pero esta falta de sincronización no me ha impedido asistir a la casi fundación y al inicial crecimiento de esta ciudad tan instalada en mis recuerdos.
Sólo
tenía unos 14 años cuando conocí en sus propios campos a mis
vasquísimos tíos
José María y José Benito Aguirregabiría, y también a sus jóvenes
hijos, mis primos María, Valentina, Berta, Juan José, Simón, Luis,
Tino y Nélida, (no todos por orden de aparición). Ellos no sólo me
enseñaron a andar a caballo montado en un viejo rosillo sino también
me iniciaron en la incomparable costumbre de saber oler los aromas
del campo, aromas que quedaron para siempre dentro de mí. Son muchos
los recuerdos que reaparecen mostrándome la vieja casona del hotel
de Monedero, las calles de tierra, el sol amplio de la siesta y
también, como no podía ser de otra manera, los futuros galanes y
galanas de mis primas y primos. Y sus hijos, ahora junto a mis
recuerdos en una realidad tan querida como la que hoy llega atraída
por la memoria.
No
pude estar aquí hace cien años por capricho o desidia de mis
progenitores. Pero déjenme estar ahora para festejar estos cien años
como si yo entonces hubiera estado aquí. Porque de cualquier manera
sigo estando entre ustedes: entre los que están y los que se fueron
pero que sabemos siguen estando, rodeados por los primeros árboles y
habitando las primeras casas llanas del entonces pueblo de Orense.
Carlos
Gorostiza
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