lunes, 13 de mayo de 2013

Una galera por aquellos caminos polvorientos… de María del Carmen Valdez


Corrían aquellos años polvorientos, en que los nativos estaban dando paso a las nuevas civilizaciones. Sí, pueblos polvorientos, caminos polvorientos que surcaban las llanuras, para convertirlas en rutas que convergían en ciudades más importantes. ¿El motivo? El abastecimiento de mercancías, médicos, hospitales, etcétera. Esas cosas que tienen las ciudades, y que aún hoy en los pueblos, por razones obvias siguen faltando.
Había que encontrar una solución… Aquel personaje que arriesga a todo o nada, fuerte, decidido, generalmente descendientes de europeos, y allí estuvo muy plantado Genaro Valdez, hijo de españoles, que puso la primera galera que unió Orense con Tres Arroyos. Caminos barrosos, ya no sólo polvorientos pues había que viajar todos los días o casi todos. Por las horas del viaje, por el frío o el calor, siempre se hacía un alto en el camino y allí en ese momento, aparecía en escena el boliche de la Oficina o el Hueso Clavado, como aún se lo denomina. Los hombres tomaban su copita, las mujeres sacudían sus ropas.
El viaje continuaba con los pasajeros ya distendidos, contentos, con un toque de alegría y buen humor para llegar a la noche muy tarde al pueblo de Orense. Sí, aquella primera galera de pasajeros, lo que hoy sería una confortable combi con aire acondicionado, calefacción y rutas asfaltadas fue conducida por mi abuelo, Genaro Valdez.
Pasaron los años y su hijo, mi papá, Jesús Valdez fue creciendo en un medio familiar de cariño y trabajo. Fue así que, después de haber viajado durante años a Buenos Aires, con motivo de traer la mercadería a Orense, al levantarse el Ferrocarril General Roca, seguía creciendo en él el disfrute de manejar, como su padre y puso la primera Estanciera que viajó de Orense a Tres Arroyos. A la tarde salía siempre a las 14 horas y regresaba desde allá a las 19:30. Hasta ese momento sólo existían dos colectivos que salían a la mañana muy temprano y regresaban a la noche y así los pasajeros debían pasar todo el día en Tres Arroyos.
A Jesús la Estanciera le dio muchas satisfacciones como todo lo que él emprendía. La gente viajaba mucho. Era sólo medio día y también los sábados iba y regresaba de mañana. Algunas docentes de este pueblo viajaban con la Estanciera los días sábados para hacer diferentes cursos relacionados a su profesión.
Pero allí, en uno de esos viajes fue que tristemente terminó su vida, sin ningún inconveniente para los pasajeros que viajaban, porque Dios está en todas partes. Pero murió feliz, disfrutando lo que más le gustaba hacer que era manejar.
¡Gracias papá por enseñarnos a disfrutar de la vida trabajando!

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