La
historia de ellos dos es una más, tan similar a la de tantas
personas que alguna vez decidieron sembrar la semilla del porvenir,
la esperanza, y el profundo deseo de que el lugar que elegirían,
fuera el más conveniente.
María
Jaurena, nació en la zona rural de Tres Arroyos, Paraje El Bombero,
el 16 de octubre de 1.900, de condición humilde y en el comienzo del
mismo siglo XX, con todo por hacer y poco en el haber, con esa niñez
dura que marca lo escaso, con la compañía sólo de su mamá Lorenza
y de unos tíos, que sostuvieron muy joven a su madre y a su niña,
por varios años. Luego apareció Juan Verne, quien se casó con
Lorenza y le dan a la niña su amado hermano Juan. Su niñez cambia,
se hace más feliz, según ella misma recordaba.
Joaquín
Arandía, por otra parte, había nacido en Ayacucho, un 08 de abril
de 1.887, sus padres: Pedro Arandía , vasco francés y su madre:
Antonia Sagardía, española, habían llegado a la Argentina a
comienzos de 1.880, historia de inmigrantes que dejaron su familia,
sus amigos, sus penas y glorias, del otro lado del charco. Joaquín,
tuvo cuatro hermanos, María, Antonia, Domiciano y Felisa.
El, con
poco más de 20 años, se trasladó a Tres Arroyos donde conoció a
su María, dulce, frágil, sonriente, “una grande” como lo
inspira su nombre, mi querida Abuela María. Se casaron y se
trasladaron a un pueblo muy cercano, Orense, “atrás de la vía”,
punta de riel, prometedor, naciente y floreciente, que el ya conocía
ya que en mayo de 1914, en ese pueblo de pocas personas, menos
edificación, un almacén, y mucha pampa, Joaquín había formado
parte de la comisión de festejos del baile del primer 25 de mayo
celebrado en el pueblo, en el Victoria Hotel (hoy casa de Norma
Klozter). Esta referencia fue escrita por Zulema Soler, en el del
libro del Cincuentenario.
Su vida
social, fue entremezclándose con su tarea, en la década del 20,
junto a José Soulé, crearon “La Higiénica”, lechería, con
reparto mañana y tarde. La amistad era sagrada, fuerte, la palabra
un papel de garantía recíproco con sus amigazos, Arcángel Meo
Guzmán, Olegario Guzmán, Manuel Abdala, Manuel Filella, Jesús
Alonso, Dr. Cayetano Russo, Ramón Fredes, Anastasio Eguren, entre
otros.
María y
Joaquín iban andando la vida, entre el puchero, guiso, la sopa, algo
de vaca (de vez en cuando), menú corto para esos duros años
comenzando su historia, en esa casa de varias habitaciones,
(esquina dónde en la actualidad se realizan los remates de De la
Mata), en una de las cuales instaló un bar, relacionándose así con
los vecinos pioneros del naciente pueblo. Las familias Fornilo,
Alonso, Pis, Garaygorta , Cejas, Monedero, (quienes vivían enfrente
con un hospedaje para viajeros), Duport, Martínez, entre otras. A la
vuelta de la misma manzana estaba el hotel “La Amistad”, de
Florentino del Bello primeo, y luego de Martín Ordoqui. Un
establecimiento de varias habitaciones, donde se levantó, en
numerosas ocasiones el altar para oficios religiosos de matrimonios,
que en el contrajeron enlace, e incluso como sala de partos para las
madres que traían sus hijos al mundo. Hay en nuestra familia varios
casos de ambos sucesos. En la esquina frente a lo de familia. Cuesta
estaba el turco Martín que tenía una verdulería.
Y mientras
su familia crecía y crecía.Tuvieron siete hijos: Américo, María
Amelia, Irma, Ada, María Teresa, Alicia Susana y Juan Carlos. Fueron
años difíciles, de privaciones,”la cosecha y la esquila” , eran
su fuerte, el sustento para su numerosa familia, las hacía en el
campo de Alcorta, de Ambrosius y donde fuera, (según su
correspondencia que conservo).-
Más
adelante tuvo a cargo el frontón de pelota a paleta, pegado a su
casa, (aún está una parte de la edificación), y más tarde su hijo
Américo, fue su sucesor, quien con sus tres hermanas mayores: Ñata,
Irma y Ada, eran buenos jugadores de esa disciplina, (recuerdos de
Chicha Fornilo) quien vivía en la esquina siguiente, cruzando la
calle con su familia. En los años 40, se trasladó con su familia. a
un salón y casa más céntricos, que también fue bar y reunión,
hoy esquina de Supermercado La Querencia, donde se realizaban
cumpleaños, aniversarios, eventos, y despedidas de solteros, crónica
social plasmada en Democracia, periódico de ese momento orensano.
Sus hijos, también eligieron a Orense, como su lugar en el mundo.-
Américo,
fue ferroviario, comenzó en Ramon Santamarina, junto a otros
operarios, manejaban la zorra, que iba por las vías, reparándolas,
trabajos de mecanización del tren o los vagones cuando era
necesario, allí conoció a la que fue su esposa, Noris Martínez,
con quien tuvo dos hijos: Margarita Zulema “(Zully)” y Carlos
Alberto “(Beto)”. Recorrió en familia también, estaciones como
la de Orense, Oriente, Mar del Plata, finalizando en Cristiano
Muerto, hasta que el ramal ferroviario, fue levantado totalmente (un
artículo en la revista Gente, habla de éste hecho con la fotografía
de él, que había quedado solo, cuidando el lugar.)
María
Amelia (Ñata), mi mamá, luego de terminar sexto grado, se
dedicó a enseñar a leer y escribir, a integrantes de la
colectividad danesa en la zona, tipo maestra rural, era usual en esos
años, los hermanos Andersen y Fabricius, fueron sus alumnos,
también los mayores hermanos Isasa. Se casó con Arturo Kuhlmann
(Tito), chacarero y luego mecánico, y nace su hijo, mi hermano:
Arturo Joaquín. Su esposo fallece. Pasan algunos años y contrae
matrimonio con Bautista Lanusse (Pelado) mi papá, y nace Osvaldo
Ceferino (quien escribe). Nos radicamos en la chacra que arrendó
durante casi 50 años, y en la década del 70, ley de desalojo,
segundo golpe fuerte para la localidad luego del expirar férreo, mi
familia se radica definitivamente en Orense, con una despensa, venta
de pan y venta de helados, (fui el primer degustador). Años
difíciles, mi padre tomó empleo en la estancia El Guanaco, el campo
“su lugar”, trabajo de hacienda, lo que amó siempre, hasta
jubilarse.
Irma,
la tercer hija, fallece a los 17 años, en 1942, un duro golpe para
esos padres y hermanos mayores. Sus amigos y amigas, llevaron sus
restos a pie sobre las polvorientas calles orensanas hasta su morada
final.
Ada,
compinche, confidente (con su padre) y de gran ayuda para la economía
familiar, según las cartas, que se escribían, y que ella guardó
con gran sentimiento. Fue empleada telefónica durante casi 28 años,
y contrajo matrimonio con Félix Montecino, ferroviario. Luego de
divorciarse de él, apareció en su vida Carlos Della Malva, ( Pocho
para todos), constructor de renombre en el pueblo, hermosas
edificaciones tienen su marca, y ella fue una gran madre, para su
hijo Pedro Hugo.
María
Teresa, dedicó muchas de sus horas a la enseñanza de folclore a
chicos y grandes, fui su alumno; aprendí con ella lo que es la
danza. Lo hizo en los colegios, y en la Sociedad Española. Incluso
fue integrante del Nipao, (niños patinadores de Orense), donde dejó
su huella marcada. Formó su hogar con Oscar García (Cacho),
albañil, discípulo de Pocho, con quién trabajó, en varios
momentos de su vida.
Alicia
Susana, siendo muy jovencita junto a su hermano Carlitos,
trabajaron en la tienda de Francisco Cortés, “ donde un peso vale
tres”, así era su aviso, con 21 años, se unió a Aurelio Eguren,
chacarero, delegado de Orense, incluso en una oportunidad. Ellos
tuvieron tres hijos, Adrián Marcelo, Pablo Fernando y María
Eugenia. Su casa fue anfitriona para navidad y año nuevo, momentos
inolvidables para toda la familia.
Juan
Carlos, el mimado de María, zapateador indiscutible, trabajó
desde muy joven en la ferretería de la ex Cooperativa. Agrícola
Ganadera de Orense, por más de 25 años. Actualmente es jefe de la
agencia Pami de Orense. Se casó con Susana Ricabarren. Ambos
fueron integrantes de la peña folclórica “La Huella”, que se
reunía en el Club Orense, y estaba formada por: Tortorella, su
esposa Marta, y numerosos jóvenes, que deleitaban con su danza, de
gran actuación en Orense y la zona. Juan Carlos y Susana tuvieron
dos hijos: Mauricio y Martín.
A los seis
hermanos Arandía, los unía la pasión por el baile. Eran excelentes
bailarines, herencia de su padre, el abuelo Joaquín.
En 1949,
un 30 de octubre, enfermo severamente de asma, Joaquín falleció en
su pueblo querido, dejando a su María sus tres hijos mayores y sus
tres más chicos, con pocos recursos para salir adelante, pero
salieron, siempre se sale ante la adversidad, Dios provee.
María,
luego en su casa detrás de la vía, pasó sus años rodeada del gran
amor de todos sus hijos, hijos políticos y de nosotros, sus nietos,
quienes la recordamos con un cariño y nostalgia sin medida.
Su
recuerdo lo llevo grabado, el ejemplo de sus hijos cuidándola hasta
el último suspiro. La decisión de sus cuatro hijas mujeres, “un
mes en cada casa nuestra”, con la ayuda de todos, “que ejemplo,
que entrega, (reflejo de lo que hiciera su mamá allá por el 1900…y
pico). Se fue el 21 de noviembre de 1977, con 77 años, ese número
77, que estuvo colocado en un cuadro en la cocina de mamá siempre.
Dos
jóvenes que apostaron al Orense, naciente, pujante y que cultivaron
la semilla del trabajo y la amistad, que le dieron siete hijos, y 10
nietos. Hoy casi 100 años después, varios bisnietos y algunos
tataranietos.
Personalmente,
una mezcla de emociones, grandísimas ausencias, pero con la enorme
alegría y satisfacción de todo lo que compartimos juntos.
A todos
ustedes, familia.
Osvaldo Lanusse Arandía
08 de mayo de 2013
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