lunes, 13 de mayo de 2013

María y Joaquín, de Osvaldo Lanusse Arandía

La historia de ellos dos es una más, tan similar a la de tantas personas que alguna vez decidieron sembrar la semilla del porvenir, la esperanza, y el profundo deseo de que el lugar que elegirían, fuera el más conveniente.
María Jaurena, nació en la zona rural de Tres Arroyos, Paraje El Bombero, el 16 de octubre de 1.900, de condición humilde y en el comienzo del mismo siglo XX, con todo por hacer y poco en el haber, con esa niñez dura que marca lo escaso, con la compañía sólo de su mamá Lorenza y de unos tíos, que sostuvieron muy joven a su madre y a su niña, por varios años. Luego apareció Juan Verne, quien se casó con Lorenza y le dan a la niña su amado hermano Juan. Su niñez cambia, se hace más feliz, según ella misma recordaba.
Joaquín Arandía, por otra parte, había nacido en Ayacucho, un 08 de abril de 1.887, sus padres: Pedro Arandía , vasco francés y su madre: Antonia Sagardía, española, habían llegado a la Argentina a comienzos de 1.880, historia de inmigrantes que dejaron su familia, sus amigos, sus penas y glorias, del otro lado del charco. Joaquín, tuvo cuatro hermanos, María, Antonia, Domiciano y Felisa.
El, con poco más de 20 años, se trasladó a Tres Arroyos donde conoció a su María, dulce, frágil, sonriente, “una grande” como lo inspira su nombre, mi querida Abuela María. Se casaron y se trasladaron a un pueblo muy cercano, Orense, “atrás de la vía”, punta de riel, prometedor, naciente y floreciente, que el ya conocía ya que en mayo de 1914, en ese pueblo de pocas personas, menos edificación, un almacén, y mucha pampa, Joaquín había formado parte de la comisión de festejos del baile del primer 25 de mayo celebrado en el pueblo, en el Victoria Hotel (hoy casa de Norma Klozter). Esta referencia fue escrita por Zulema Soler, en el del libro del Cincuentenario.
Su vida social, fue entremezclándose con su tarea, en la década del 20, junto a José Soulé, crearon “La Higiénica”, lechería, con reparto mañana y tarde. La amistad era sagrada, fuerte, la palabra un papel de garantía recíproco con sus amigazos, Arcángel Meo Guzmán, Olegario Guzmán, Manuel Abdala, Manuel Filella, Jesús Alonso, Dr. Cayetano Russo, Ramón Fredes, Anastasio Eguren, entre otros.
María y Joaquín iban andando la vida, entre el puchero, guiso, la sopa, algo de vaca (de vez en cuando), menú corto para esos duros años comenzando su historia, en esa casa de varias habitaciones, (esquina dónde en la actualidad se realizan los remates de De la Mata), en una de las cuales instaló un bar, relacionándose así con los vecinos pioneros del naciente pueblo. Las familias Fornilo, Alonso, Pis, Garaygorta , Cejas, Monedero, (quienes vivían enfrente con un hospedaje para viajeros), Duport, Martínez, entre otras. A la vuelta de la misma manzana estaba el hotel “La Amistad”, de Florentino del Bello primeo, y luego de Martín Ordoqui. Un establecimiento de varias habitaciones, donde se levantó, en numerosas ocasiones el altar para oficios religiosos de matrimonios, que en el contrajeron enlace, e incluso como sala de partos para las madres que traían sus hijos al mundo. Hay en nuestra familia varios casos de ambos sucesos. En la esquina frente a lo de familia. Cuesta estaba el turco Martín que tenía una verdulería.
Y mientras su familia crecía y crecía.Tuvieron siete hijos: Américo, María Amelia, Irma, Ada, María Teresa, Alicia Susana y Juan Carlos. Fueron años difíciles, de privaciones,”la cosecha y la esquila” , eran su fuerte, el sustento para su numerosa familia, las hacía en el campo de Alcorta, de Ambrosius y donde fuera, (según su correspondencia que conservo).-
Más adelante tuvo a cargo el frontón de pelota a paleta, pegado a su casa, (aún está una parte de la edificación), y más tarde su hijo Américo, fue su sucesor, quien con sus tres hermanas mayores: Ñata, Irma y Ada, eran buenos jugadores de esa disciplina, (recuerdos de Chicha Fornilo) quien vivía en la esquina siguiente, cruzando la calle con su familia. En los años 40, se trasladó con su familia. a un salón y casa más céntricos, que también fue bar y reunión, hoy esquina de Supermercado La Querencia, donde se realizaban cumpleaños, aniversarios, eventos, y despedidas de solteros, crónica social plasmada en Democracia, periódico de ese momento orensano. Sus hijos, también eligieron a Orense, como su lugar en el mundo.-
Américo, fue ferroviario, comenzó en Ramon Santamarina, junto a otros operarios, manejaban la zorra, que iba por las vías, reparándolas, trabajos de mecanización del tren o los vagones cuando era necesario, allí conoció a la que fue su esposa, Noris Martínez, con quien tuvo dos hijos: Margarita Zulema “(Zully)” y Carlos Alberto “(Beto)”. Recorrió en familia también, estaciones como la de Orense, Oriente, Mar del Plata, finalizando en Cristiano Muerto, hasta que el ramal ferroviario, fue levantado totalmente (un artículo en la revista Gente, habla de éste hecho con la fotografía de él, que había quedado solo, cuidando el lugar.)
María Amelia (Ñata), mi mamá, luego de terminar sexto grado, se dedicó a enseñar a leer y escribir, a integrantes de la colectividad danesa en la zona, tipo maestra rural, era usual en esos años, los hermanos Andersen y Fabricius, fueron sus alumnos, también los mayores hermanos Isasa. Se casó con Arturo Kuhlmann (Tito), chacarero y luego mecánico, y nace su hijo, mi hermano: Arturo Joaquín. Su esposo fallece. Pasan algunos años y contrae matrimonio con Bautista Lanusse (Pelado) mi papá, y nace Osvaldo Ceferino (quien escribe). Nos radicamos en la chacra que arrendó durante casi 50 años, y en la década del 70, ley de desalojo, segundo golpe fuerte para la localidad luego del expirar férreo, mi familia se radica definitivamente en Orense, con una despensa, venta de pan y venta de helados, (fui el primer degustador). Años difíciles, mi padre tomó empleo en la estancia El Guanaco, el campo “su lugar”, trabajo de hacienda, lo que amó siempre, hasta jubilarse.
Irma, la tercer hija, fallece a los 17 años, en 1942, un duro golpe para esos padres y hermanos mayores. Sus amigos y amigas, llevaron sus restos a pie sobre las polvorientas calles orensanas hasta su morada final.
Ada, compinche, confidente (con su padre) y de gran ayuda para la economía familiar, según las cartas, que se escribían, y que ella guardó con gran sentimiento. Fue empleada telefónica durante casi 28 años, y contrajo matrimonio con Félix Montecino, ferroviario. Luego de divorciarse de él, apareció en su vida Carlos Della Malva, ( Pocho para todos), constructor de renombre en el pueblo, hermosas edificaciones tienen su marca, y ella fue una gran madre, para su hijo Pedro Hugo.
María Teresa, dedicó muchas de sus horas a la enseñanza de folclore a chicos y grandes, fui su alumno; aprendí con ella lo que es la danza. Lo hizo en los colegios, y en la Sociedad Española. Incluso fue integrante del Nipao, (niños patinadores de Orense), donde dejó su huella marcada. Formó su hogar con Oscar García (Cacho), albañil, discípulo de Pocho, con quién trabajó, en varios momentos de su vida.
Alicia Susana, siendo muy jovencita junto a su hermano Carlitos, trabajaron en la tienda de Francisco Cortés, “ donde un peso vale tres”, así era su aviso, con 21 años, se unió a Aurelio Eguren, chacarero, delegado de Orense, incluso en una oportunidad. Ellos tuvieron tres hijos, Adrián Marcelo, Pablo Fernando y María Eugenia. Su casa fue anfitriona para navidad y año nuevo, momentos inolvidables para toda la familia.
Juan Carlos, el mimado de María, zapateador indiscutible, trabajó desde muy joven en la ferretería de la ex Cooperativa. Agrícola Ganadera de Orense, por más de 25 años. Actualmente es jefe de la agencia Pami de Orense. Se casó con Susana Ricabarren. Ambos fueron integrantes de la peña folclórica “La Huella”, que se reunía en el Club Orense, y estaba formada por: Tortorella, su esposa Marta, y numerosos jóvenes, que deleitaban con su danza, de gran actuación en Orense y la zona. Juan Carlos y Susana tuvieron dos hijos: Mauricio y Martín.
A los seis hermanos Arandía, los unía la pasión por el baile. Eran excelentes bailarines, herencia de su padre, el abuelo Joaquín.
En 1949, un 30 de octubre, enfermo severamente de asma, Joaquín falleció en su pueblo querido, dejando a su María sus tres hijos mayores y sus tres más chicos, con pocos recursos para salir adelante, pero salieron, siempre se sale ante la adversidad, Dios provee.
María, luego en su casa detrás de la vía, pasó sus años rodeada del gran amor de todos sus hijos, hijos políticos y de nosotros, sus nietos, quienes la recordamos con un cariño y nostalgia sin medida.
Su recuerdo lo llevo grabado, el ejemplo de sus hijos cuidándola hasta el último suspiro. La decisión de sus cuatro hijas mujeres, “un mes en cada casa nuestra”, con la ayuda de todos, “que ejemplo, que entrega, (reflejo de lo que hiciera su mamá allá por el 1900…y pico). Se fue el 21 de noviembre de 1977, con 77 años, ese número 77, que estuvo colocado en un cuadro en la cocina de mamá siempre.
Dos jóvenes que apostaron al Orense, naciente, pujante y que cultivaron la semilla del trabajo y la amistad, que le dieron siete hijos, y 10 nietos. Hoy casi 100 años después, varios bisnietos y algunos tataranietos.
Personalmente, una mezcla de emociones, grandísimas ausencias, pero con la enorme alegría y satisfacción de todo lo que compartimos juntos.

A todos ustedes, familia.
Osvaldo Lanusse Arandía
08 de mayo de 2013

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