De Nélida Cabo
Quisiera poder hilvanar palabras que describan el esfuerzo que significó para los chacareros dar una formación escolar a sus hijos hace 60 años. Y quisiera hacerlo despojando mi relato de
toda subjetividad. Porque si para los padres fue una tarea complicada, no lo fue menos para
nosotros que éramos los protagonistas de ese hecho.
Se me hace muy difícil pero lo voy a intentar.
Difícil ¿por qué? Porque yo vivía en el campo a 15 kilómetros de Orense
y el vehículo que nos movilizaba hasta el pueblo era un Ford A (en el mejor de
los casos, porque recuerdo haber venido a
hacer las compras en sulky). Difícil porque
mi padre debía trabajar el campo y mi madre dedicarse a las tareas de la
casa. (Para el caso era lo mismo, porque, aun cuando mi madre tuviera alguna
ayuda en el quehacer diario no sabía conducir
un auto, lo cual significaba que para venir al colegio siempre debíamos contar
con el hombre de la casa o con el de algún campo vecino).
¿Cuáles
eran las opciones para que los niños que vivían en el campo aprendieran a leer
y escribir?
Las
pensiones familiares.
Las
maestras particulares.
El
pupilaje en el Colegio San José.
Las “pensiones” eran casas de
familia donde se alojaba a los niños de lunes a viernes (o de marzo a noviembre
aquellos que venían de otras ciudades) y donde la dueña de casa hacía las veces
de madre, y se ocupaba de ayudarlos en todas las tareas escolares e ,inclusive,
iniciarlos en sus prácticas de higiene, salud, etcétera.
Algunos
chacareros se ponían de acuerdo y
ocupaban una “maestra particular”, que
era una docente que se alojaba en una de
sus casas, y hasta ella iban los niños vecinos a clase. Periódicamente concurrían a una escuela
oficial, y allí acreditaban sus aprendizajes y promovían de año. No siempre era
una docente con título. A veces eran personas entusiastas en el arte de
transmitir lo que sabían y oficiaban de maestras.
Debo
aclarar que en esa época la escuela primaria se componía de 1er grado inferior
, 1ro superior, 2do. 3ro. 4to. 5to y 6to.
En
mi caso particular mis padres decidieron
para “ahorrar tiempo” que rindiera 1ro inferior y superior en un mismo año con
una maestra particular, y luego acreditara ambos grados en la Escuela 17.Yo
pienso que el ahorro no era sólo de tiempo, lo era también de esfuerzo y de
dinero.
Ya en 3er grado ingresé como pupila en el
Colegio San José hasta egresar .Gracias al “ahorro de tiempo” tenía en ese
entonces 7 años. Muy pequeña para estar
toda la semana lejos de mis padres. No quiero justificarme pero creo que fue
gracias a esta situación que me “inventaba
“ dolencias. La más común era una “puntadita” que me tomaba en el lado derecho
del vientre ni bien llegaba a la escuela. ¡Ojo! a veces me daba antes de salir del campo y ahí tenía la posibilidad de estar un rato más en mi casa (no sé si mi dolencia era premonitoria
o no, pero, 30 años más tarde debí operarme de apendicitis. Como pre quirúrgico
un poco largo el período ¿no?)
Seguramente también por extrañona manifesté alegría cuando se incendió un campo vecino y
mi padre fue a colaborar en la extinción del fuego. Ustedes dirán ¡qué feo ¡ ¿no?
disfrutar del mal momento de un vecino. Pero, lo único que me importaba era
estar un poco más en mi casa.
Volviendo al inicio de este relato, dije que quería hacerlo despojado de
subjetividad y sinceramente creo que la
experiencia mía no fue ni mejor ni peor que otras. Recuerdo a una compañera de
grado a la que llevaban en sulky y que
sin dudas sufriría más de las inclemencias del tiempo que los que estábamos
pupilas. Tengo presente a compañeros que muy lejos de sus familias se
hospedaban en pensiones y visitaban a sus padres una vez al año. Y comparto la experiencia de quién viviendo
más cerca del pueblo caminaba una hora
para llegar a la escuela y otra para regresar al hogar.
No
he querido significar que fuera tan doloroso
hacer escuela. Así eran las cosas en este Orense que está cumpliendo 100 años. Los medios de transporte
eran otros. Las obligaciones eran otras. Las calles… Todo se correspondía con
un pueblo que recién nacía.
Un ciudad es un pesadilla habitada por todos.
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