jueves, 16 de mayo de 2013

HISTORIA DE INMIGRANTES, de Marta Jensen

Mis padres, Helga Cristiansen y Martín Jensen, fueron unos de los tantos que dejaron su país natal buscando otros horizontes debido a la crisis que había en Europa, en esos años. Su idea era ir a Canadá, así fue que se casaron el 22 de Octubre de 1922 en Dinamarca, con 21 y 27 años respectivamente, y viajaron en tren a Hamburgo, ciudad en la que se decidió el destino del viaje, porque allí fue más fácil hacer los trámites para viajar a la Argentina. Estuvieron embarcados alrededor de un mes . Debido al largo viaje mamá llevó un bordado, y bordó un hermoso mantel blanco que todavía se usa en el altar, en las misas luteranas de la zona.
Al llegar a Buenos Aires, fueron al hotel de inmigrantes y compraron un pasaje en tren a Tres Arroyos. Bajaron ahí sin saber qué hacer, no sabían nada del idioma. Por suerte llegó un hombre danés que les ofreció una fonda, y al día siguiente el dueño les ofreció trabajo: “preciso una cocinera y un peón”.
No fue nada fácil parta mamá cocinar para 35, acostumbrada a comer un pedacito de carne dos veces por semana, ahí había que cortar de una res y mucha cantidad para cada uno. Papá fue peón de patio.
Estuvieron unos 3 o 4 años y después fueron de encargados a un campo cerca de Bellocq, donde posiblemente papá ayudó a plantar el monte.
Pasados unos años se enteraron que Sáenz Rosas quería empezar agricultura y arrendaron unas 200 hectáreas, no había más que grandes pajonales pamperos que había que quemar lo mejor que se podía, y al arar se atoraba el arado y la rastra con las raíces, y era una lucha y sacrificio acondicionar esa tierra.
Posborg, el primer patrón, les prestó unos caballos, algunas herramientas, no se si tenían casilla propia, pero había que hacer todo lo demás: galpón, alambrados, corrales, pozo de agua, plantar árboles. Las compras se hacían en Orense.
Luego de 10 años de trabajo vino el desalojo de los arrendatarios y tuvieron que mudarse otra vez , desarmar todo, ir a otro campo sin nada y comenzar todo de nuevo, el contrato era por dos años renovables. Estuvieron doce años hasta que se loteó la Colonia Rivadavia, quedando con la mitad del campo; ahí nací y viví hasta que me casé en 1964 y vine a vivir a Orense.
La casa quedó en una esquina del campo, ahora había que pensar otra vez en mudarse, esta vez al centro del campo, con la diferencia que eran propietarios y se pudo hacer la primera casa de ladrillos con piso.
Ahí también se plantó cantidad de árboles, muchos frutales, uva inglesa, arbustos y mamá hizo un gran y hermoso jardín de infinita variedad de flores, siempre había flores, muchas, siempre regalaba ramos; era tan gratificante caminar entre los canteros de narcisos, rosales, tulipanes, violetas, arvejillas, flox portulacas y muchas más. En el living-comedor también había muchas de interior.
Se festejaban los cumpleaños y se hacía misas en danés. Mientras mis padres vivían, los dueños de casa preparaban todo, no faltaba nada. Mamá también daba escuelita bíblica y catecismo en danés, después lo seguí yo en castellano.
Mamá nos hacía la mayor parte de la ropa, cosía, tejía, bordaba. Ordeñábamos y se hacía manteca, crema, queso y en verano la leche cuajada (yogurt natural). Se molía a mano el trigo y se hacía el rico pan negro (integral). También se hacía huerta y dulces para todo el año. Se faenaban cerdos, se criaban gallinas, pavos, patos, gansos y se hacían los plumones.
Había vacas, caballos y ovejas y se cultivaba el campo.
Su gran fe en Dios les ayudó a sobrellevar tantas dificultades y trabajos arduos sin quejarse.
Alcanzaron a vivir 11 años en la casa nueva, cuando partieron de este mundo en el año 1965 con 6 meses de diferencia.
Helga y Martín tuvieron siete hijos: David que falleció a los pocos días, Ruth, Rolando, Svend, Benito, Irene y Marta.

Marta Jensen

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