viernes, 28 de junio de 2013

Homenaje a los árboles desvastados por incendios en Orense, de Marta Jensen


Ellos vivieron para alabar al creador
A través del sevicio:
Purificando el aire,
Cobijando a pájaros y animales
Dando paz, salud y sombra a los que
Se acercaron a ellos.
Nuestros hermanos los árboles
Nos dejaron su ejemplo
De amor y servicio
Sin envidias ni celos, sin odios ni mentiras;
Sin embargo
Murieron, pero de pie, dando
Lo mejor de sí, solamente lo mejor…
Murieron
Sin comprender por qué…
Sólo ese día
Pidieron algo,
Pidieron al hombre protección…
“hoy de luto están los médanos
Y llorando está el mar”
MARTA JENSEN

miércoles, 26 de junio de 2013

Yo estuve ahí de Tato Ricupero


Fue uno de esos días en que todos hubiéramos querido estar. De hecho, con el paso del tiempo, nadie reconocía no haber estado.
La pregunta en realidad era por qué fuimos. Ellos llegaban al final del campeonato dos puntos arriba, jugaban de locales y no habían aflojado en todo el campeonato. La realidad marcaba que todo estaba dado para que por fin, una vez, dieran la vuelta olímpica.
Lo que yo no podía asumir era que la dieran justo ahí, delante de nuestras narices. Y no creía que fueran a festejar con los suyos olvidándose de nosotros. Estaba seguro que nos iban a pasar por delante, mirándonos con los rostros desfigurados de felicidad, seguro que para ser campeones, pero un poco más, por ser campeones delante nuestro.
Y fuimos muchos de Orense, llenamos todo el lateral y una parte de la cabecera. Claro, nadie podía dejar de ir. Nadie en el pueblo es ajeno al club. El que no tiene un familiar que juega, jugó en algún momento. El club es más que nuestra segunda casa, en el club uno se crio, se formó como persona. Fue el lugar de reunión obligado antes de cada salida. Todos pasábamos más horas en el club que en ningún otro lado, practicando el deporte que nos gustara o simplemente de espectadores. En el club crecimos, nos hicimos amigos y hasta de novios. Como no íbamos a estar!!!
Llegamos en silencio, casi en caravana. Acomodamos lo vehículos uno al lado de otro. La cancha nos separaba de ellos. Ellos sí que estaban todos. No había un hueco visible del otro lado del alambrado. La fiesta estaba preparada.
Costaba alentar, nosotros no cantábamos, apenas si gritábamos dale rojo, y golpeábamos palmas para acompañar al equipo. Pero ese día parecía que el aliento se trababa en las gargantas, se escuchaba algún grito aislado y eso sí, las bocinas, porque es más fácil y anónimo.
La expectativa era inmensa, ellos sí cantaban. La radio había armado la cabina de transmisión sobre un carro playo, y los de Bellocq se habían agrupado alrededor como para hacerse sentir.
El primer momento que tuve de sensación agradable fue cuando salió el equipo, rojas las camisetas reflejaban el sol de la tarde. Encabezaba la fila Pololo, el gran capitán, y lo seguía el resto. Tuve la sensación que no nos podían ganar nunca.
Ese año el equipo era muy juvenil, pocos quedaban de los campeones del ’84.
Al rato nomás salieron ellos, entre la lluvia de papel picado, atronaban las bocinas de los autos y camiones. Gritaba la gente ante la salida de sus jugadores, amarilla la camiseta, amarilla y violeta. A quién se le había ocurrido combinar tan mal dos colores?
Y comenzó el partido, peleado, de pierna fuerte. El medio nuestro era de gladiadores, José de 8, el Chapa de 5, Javi por izquierda y Gustavito Vidal un poco más adelante. Batallaban sin cuartel dejando la piel en cada trabada.
La defensa firme como todo el campeonato, Martín de 4, Pololo de 2, el Chupe de 6 y el Negro Jaime de 3. Aguantaban los embates del Laucha y compañía a pie firme. El Turco respondía a las exigencias con la naturalidad de siempre, como si atajar fuera fácil.
Coquito y el Polaco corrían arriba tratando de crear con lo que pudieran, la verdad, llegamos poco.
Se fue el primer tiempo. La hora tan temida se aproximaba. Si uno fuera consciente debería haberse ido en ese momento. Ellos nos dominaban, con el empate les sobraba. Tal vez no se podía salir por la cantidad de autos, pero creo que nadie lo intentó.
El segundo tiempo fue peor, nos tenían más en un arco todavía. Podía ver la alegría del otro lado de la cancha. Del lado nuestro cada vez más silencio.
Después de un corner, con un revoltijo de piernas en el área, Pololo sacó una de la línea. Ahí creímos un poco. Si no habían hecho ese no podían hacernos otro. Y comenzamos a alentar, a nuestro modo, aplaudiendo las buenas, bancando las malas. Se empezaron a escucharlos “buena nene” cuando Gustavito intentaba una genialidad, o un “bien” cunado la pelota tronaba cada vez que José o el Chapa trababan en el medio. Javi la pedía siempre y Martín empezó a dejar un surco por el lateral. Coquito y el Polaco los encaraban siempre y tuvieron alguna, no muy clara, pero para entusiasmarse. El tema era el tiempo, comenzaba a jugar en contra, nosotros necesitábamos ganar, el empate no nos servía, y sí les servía a ellos, que inconscientemente comenzaron a cuidarlo.
Pololo gritaba “salimos”, y empezaron a apretar más arriba. Coquito apelaba a toda su picardía y el Polaco metió una de sus corridas, “cerca del palo derecho” confirmó el relator de LU24.
Ya caso a los 30, el Laucha inventó un foul en la puerta del área. Apenas saliendo de la medialuna. Comenzamos a rezar. Imaginaba la visión del Turco. Llena el área de piernas. Jugadores intentando taparlo, más la barrera.
El Turco se apoyó en el palo izquierdo y armó la barrera. Dos de ellos se pusieron para molestarlo. El Laucha y el Semilla delante de la pelota. Conversaron poco, lo que me preocupó más, sabían que hacer.
El Turco es alto como un álamo, y a todos los altos les cuesta abajo dice una regla del fútbol. El Semilla le iba a pegar ahí, bien de rastron, y si le sumamos algún pocito en el área, atajar eso era poco menos que imposible.
Y fue así nomás, terrible zapatazo de rastron que se coló entre mil piernas y pasó limpita, picó poco después del punto penal y se dirigió inexorablemente hacia el arco. El Turco se tiró cuan largo era y la pelota milagrosamente le dio en las piernas, se levantó lenta girando sobre sí misma.
El Laucha Beguiristain, viejo zorro goleador, intuyó esto y picó detrás del remate. Llegó antes que nadie al corto rebote, y desde la línea de cal del área chica cabeceó arriba, con el Turco caído y toda la defensa por detrás. Todos vimos como la pelota avanzaba lenta para convertirse en lo más temido por nuestra parcialidad. Solo una décima de segundo antes de que traspusiera la línea imaginaria, justo por debajo del travesaño, una mano del Turco, que había volado desde el piso la sacó sobre el travesaño.
“Monstruo” le grité, “no podes atajar eso”. Y seguido con el entusiasmo de la adrenalina agregué, “vamos que estos muertos no nos pueden ganar nunca”. De fondo se escuchaba el relator de la radio que decía: “milagro en el área de Alumni” y si había sido un pequeño milagro.
Ellos no lo podían creer, nadie podía atajar eso. Pero el Turco lo había hecho. El Turco arquero porque atajaba bien, porque a él le gusta jugar de 9, nos mantenía la ilusión abierta. Alguien gritó “no sea que se metan las tortas ya saben dónde ehhh”. En referencia a los preparativos por la fiesta del campeonato que sabíamos se habían hecho.
Y seguimos batallando, ellos más atrás ahora. Nosotros intentando por todos lados. No éramos claros, pero éramos entusiastas, íbamos como podíamos. Los arrastrábamos con la fuerza de quien cree que puede a pesar de la adversidad. Pero el tiempo seguía corriendo y el partido se nos iba..
Entramos en los últimos 5 minutos en esa tónica, empujando para adelante y empujando atrás. Cada vez más cerca ellos de soñado título, cada vez más imposible para nosotros.
Algunos nos empezamos a mirar como preguntándonos qué íbamos a hacer cuando salieran campeones. Yo ni loco los aplaudo pensé. Empecé a repasar que jugadores nuestros se quedarían en la cancha a verlos dar la vuelta olímpica, espero que ninguno me dije en voz baja.
La voz del relator de la radio me trajo otra vez a la realidad, “minuto 44 del segundo tiempo, una especie de corner corto desde la izquierda a favor de Alumni”. Me volví hacia la cancha y vi, como el equipo se desplazaba hacia el arco de ellos, subían todos.
Coquito enviaría un centro que era nuestra última oportunidad. No era para hacerse muchas ilusiones, habíamos tenido ya un par así, pero entre el Pájaro y el Paisano habían sacado todos.
Nos pegamos al alambrado para ver mejor, silencio de Iglesia en el Vassolo. Coquito levantó la mano derecha y le pegó. La pelota se recortó contra el cielo como la luna de Febrero en esas nochecitas de verano, viajó impoluta y cayó en el área. Saltaron todos, hasta los que sabían que no llegaban, pero una cabeza sobresalió entre todas. Pololo, a pesar de no ser alto, entrando por el segundo palo, saltó más que nadie, impulsado tal vez por la fuerza de mil hinchas que deseaban eso, o por los otros mil que querían evitarlo.
Impactó la pelota con un frentazo que les juro que se escuchó, y esta viajó grácil y liviana hacia su novia, la red, que la abrazó en todo su esplendor, con esa mágica música de fondo que es un gol gritado al unísono por mil gargantas. Lo gritamos nosotros en la cancha, y lo gritó el peón desde su rancho en el campo. Lo gritaron en el pueblo los que habían optado por no ir, lo gritaron los abuelos que no se habían animado y aquellos que sufrían mucho viéndolo y preferían la radio.
Increíble, sublime, apoteótico, colosal, lo que quieran ponerle. Coquito corrió a abrazarse con todos y se colgó del alambrado. Todos quisimos fundirnos en ese abrazo y cedió el cerco perimetral que cayó hacia la cancha. Pero esa tarde no había lugar para tragedias, y todos salieron milagrosamente ilesos de debajo del alambre.
El partido terminó después de eso y todos veíamos a nuestros jugadores abrazarse en el campo. Les parecerá mentira pero no recuerdo ninguna cara de Etchegoyen.
Lógicamente, después ganamos el partido desempate en Orense y empatamos en Bellocq con lo que fuimos campeones.
Han pasado más de veinte años desde ese día, y todavía lo recuerdo como uno de los más gloriosos de mi vida. Yo no jugaba pero sí mi hermano, y es como si fuera yo. Y mis amigos, con los que había crecido.
Ahí anda Pololo por el pueblo, no demasiado consciente de lo glorioso que fue, esperando tal vez que alguien le pregunte por ese día, o no. Quién sabe.
Solo imagino que de vez en cuando, debe sentir, como la caricia de una madre, el beso que le dio esa pelota en la frente antes de convertirse en el gol más gritado en la historia del glorioso Alumni.
Tato Ricupero.




lunes, 24 de junio de 2013

Anker Andreas Keergaard, su biografía, de José Ángel y Ana María Keergaard


Anker Andreas Keergaard nació el 10 de diciembre de 1921.Hijo de los inmigrantes daneses, Jens P. Keergaard y Petra Jensen, afincados en una chacra cercana al pueblo de Orense. Transcurrió su infancia junto a sus hermanos. Eran nueve hijos, cinco varones y cuatro mujeres. Colaborando en las esforzadas tareas rurales, poco mecanizadas fue cumpliendo su educación con maestros daneses en su hogar y concurriendo a la Escuela N°17.
Los hermanos llegaban a la escuela en un sulky que estacionaban en lo de Severinsen, frente al establecimiento. Anker, culminó sus estudios en la Escuela N°1 de Tres Arroyos en condición de alumno Libre. Más tarde completó sus estudios de Teneduría de Libros y Mecanografía. Ya mostraba predisposición por el comercio. Antes de ir al servicio militar había abierto una Despensa junto a su amigo Cassias, llamada “Las familias”, de corta duración por haberse ido a cumplir con la patria a Tandil. A su regreso trabajó con el Sr. Arnaldo Cantaluppi, en cereales y ramos generales. Más tarde adquier su propio campo, y se casó con Grethe E. Ambrosius. Del matrimonio nacieron sus dos hijos que hoy relatan esta historia.
Anker tuvo una gran relación familiar y vida social en el Club Danés y en el Club Alumni. Con su amigo Adolfo Pelicanó abrieron la concesionaria Renault llamada Orense Automotor. Le gustaban, y practicaba, deportes como atletismo, futbol, y su gran pasión la pesca de corvina negra en la playa, su lugar en el mundo..
Actividad pública: Fue presidente del Club Danés, del Club de Pesca Orense, participó de la fundación de la Cooperativa eléctrica de Orense, presidiéndola cuando el Sr. Obdulio Bisso, se ausentó del pueblo. Fue Delegado municipal (1956/58), luego concejal Municipal (1958/1962)por la Unión Cívica radical del Pueblo. Fue presidente del Club Alumni durante la década del 60, en la que organizó las 7 rifas que se vendían en todo el país, y que posibilitaron la construcción del gimnasio y sede social. Junto a un grupo de amigos trabajaron con gran entusiasmo para que hoy contemos con este club que es orgullo de nuestro pueblo. El rojo era su pasión.
Intendencia Municipal.
Acompañando al Dr. Arturo Humberto Illia, por entonces Presidente de la Nación, llegó a ser Intendente municipal de Tres Arroyos desde el 12 de octubre de 1963 hasta el 28 de junio de 1966. Debiendo interrumpir su mandato antes de tiempo por el golpe militar de Onganía. Realizó una importante y reconocida obra en el partido, la ciudad y las localidades del distrito. Desde su puesto promovió la construcción del edificio del Instituto San Martin. Encabezó un movimiento para la reactivación del ramal ferroviario Dorrego-Deferrari, y la construcción de un acceso pavimentado hacia la ruta 228, abortado por el golpe de estado (1966). Este golpe y la entrega de la Intendencia provocaron en él una gran frustración y tristeza. Su obra fue plasmada por su esposa Grethe, cumpliendo su propósito, en un folleto que detalla su intensa actividad . Dejamos a consideración su ultimo escrito, su sueño truncado. Seis meses y medio más tarde de la finalización de su mandato falleció víctima de una corta y fatal dolencia, el 19 de enero de 1967.
El padre: Lo recordamos con su sonrisa comprensiva, su firmeza en el propósito de igualdad, de indicarnos en su corta permanencia junto a nosotros, a defender los ideales, a ser responsables y honestos, a amar este lugar y la familia por sobre todas las cosas. Decimos que fue un hacedor y un visionario que vivió intensamente, tal vez ante la premonición de una vida corta, demasiado corta, se fue a los 45 años de edad .Sentimos orgullo de ser sus hijos porque fue una persona muy querida en nuestro pueblo: ORENSE.


Una familia llamada NARVARTE DIEZ…


Al enterarnos de esta buena idea que tuvo Bibiana de crear un Blog hablando sobre la historia de nuestro pueblo en donde cada uno pudiera plasmar un pedacito de su propia historia, nos atrevimos y se nos ocurrió ser una partecita de esa idea y así poder compartir con los lectores nuestra historia de vida.
Nuestra familia ( los Narvarte, Diez ) comenzaron a sembrar sus raíces allá por el el año 1890 cuando nuestros bisabuelos llegaron a la Argentina para establecerse en campos de la zona de Orense dedicándose a tareas rurales. Ellos eran , por un lado, los Narvarte ( padres de nuestro abuelo Juan ) llegados de Goizueta, pueblo de Navarra; y por el otro, los Diez ( padres de nuestra abuela Consuelo ) de Arcovego, pueblo de León.
En Orense nacieron nuestros abuelos y sus hermanos. Nuestro abuelo Juan Narvarte en el año 1895 y nuestra abuela Consuelo Diez en 1902.
Juan y Consuelo ya adultos se enamoraron y comenzaron un proyecto de familia que concretaron casándose. Pasados algunos años llegan a tener tres hijos varones: Edgar Neldo, Juan Ariel y Jesús Amado
El abuelo Juan junto a dos de sus hermanos lograron, aún jóvenes y luego de un arduo trabajo, ser propietarios de varias hectáreas de campo distante a 6 km de Orense. Cercano a este lugar habitaba la familia de Francisco Narvarte y de María Diez, hermanos entre ellos, lo que los convirtió en primos dobles por parte de padre y madre. Disfrutaron aquí de una bella infancia compartida, con simples juegos y grandes travesuras siendo un numeroso grupo: 6 varones y 2 mujeres. Aprovechando la presencia de una maestra en uno de los puestos comenzaron también, además de disfrutar de los juegos cotidianos, a asistir a clases comenzando así sus estudios escolares.
Luego de la crisis del año 1930 y yéndoles mal económicamente deciden dejar el campo. Se radican en Orense, teniendo en ese momento la representación del combustible TEXACO.
Estos tres niños, ya crecidos y convertidos en jóvenes y adultos comenzaban a desenvolverse de acuerdo a sus condiciones personales y a sus gustos.
El mayor, Neldo participando en reuniones sociales, con muchas amistades y excelente oratoria. Con el correr de los años se desempeñó como Martillero Público, en la casa de Remates de Hacienda llamada NARVARTE HERMANOS Y GAZZANEO.
Al segundo, Juan Ariel le encantaba la música, aprendió a tocar el bandoneón, formó así su propia orquesta junto a sus amigos Enrique Barragán, Aníbal Fernández y otro. Continuó, como su padre, trabajando en el campo, empleándose en la Estancia “San José” en Energía, perteneciente a la firma Bunge-Born, como segundo mayordomo, de allí lo trasladan a Pérez Millán como mayordomo a la Estancia “La Capitana”, regresando a su querido terruño ya casado con Sara Boedo y su primer hija Mónica, para integrar la firma NARVARTE HNOS.
Y el más chico de los hermanos, Jesús Amado trabajo desde muy joven en el campo de Chalbou y Olaso, cosechando tanto en su lugar de trabajo como en el pueblo, gran cantidad de amigos entre los que existía un reciproco afecto de amistad.
Transcurría el año 1949 cuando Neldo contraía matrimonio con la joven Norma Laustsen y junto a su hermano Juan Ariel compran un terreno donde construyeron sus propias casas y su Escritorio, linderos a donde actualmente se encuentra el Banco Provincia de Buenos Aires. Allí estaba la casa de Remates y Venta de productos veterinarios que ambos hermanos compartían.
Las familias de Neldo y Ariel seguían aumentándose. Neldo y su esposa Norma tuvieron a Norma Lidia (Suny ). A los dos años Ariel y su esposa Sarita agrandan la familia con su segunda hija Silvia. Desde el inicio de esta vida compartida se estableció un hermoso vínculo entre estas dos cuñadas, quienes compartían la crianza de sus hijas , horas de tejidos, bordados, organización de los cumpleaños y los infaltables momentos diarios de charlas, mate de por medio.
Mientras tanto, entre toda esta vida compartida, una nueva integrante llega a la familia: Laura, la segunda hija de Neldo y Norma.
El último en casarse fue el menor de los hermanos, Jesús Amado que, junto a su esposa María Isabel Martiarena (Coca) traen al mundo a su primera hija Cristina. Éramos, para este tiempo, ya cinco mujeres… algo ante lo cual nuestra abuela Consuelo decía: “Otra chancleta”, pero a los años este matrimonio rompió la racha con la llegada de su segundo hijo, Juan Fermín.
Nuestra abuela Consuelo era una ama de casa muy prolija, ordenada y limpia, almidonaba las sábanas, pero a sus primeras nietas les permitía todo, nos llevaba mate de leche a la cama y merengues que el abuelo había ido a comprar. Hacíamos la rayuela en el piso encerado de su living, llevábamos sus sillones para un acto en el Colegio “San José”, todos los gustos en la comida… y hasta el permiso, ya de más grandecitas para tomar un poquito de anís “ 8 hermanos” rebajado con más de la mitad de agua… Mónica, la mayor de las nietas también recuerda, entre tantas cosas, cuando el abuelo Juan le enseñó a manejar diciéndole: “Si sale para adelante, vamos.”
Por esos años llegaban otros hijos más… al matrimonio de Neldo y Norma, María Clara y luego Sandra, al de Juan Ariel y Sarita, Juan Manuel y al de Amado y Coca llegó Juan Adrián.
Fueron hermosísimos años de nuestra infancia y juventud, con miles de recuerdos de juegos en nuestra casa, durante el día en un patio compartido y ya de noche en el escritorio de nuestros padres.
Las vueltas de la vida hizo que Juan y Consuelo, como la familia de Neldo se radicaran en Necochea. Ariel y familia se establecieron por razones laborales en Olavarría, quedando solo en Orense la familia de Amado y Coca con sus hijos. Los descendientes de Cristina aún viven en nuestro querido Orense, lugar donde cinco generaciones nacimos, lugar de nuestras raíces, lugar de plena tranquilidad, lugar de paz, al que nos encanta visitar y al que siempre queremos volver,
porque uno es, termina siendo… parte de lo que va viviendo, eligiendo a veces y otras no pudiendo… Una parte uno mismo y otra, las circunstancias externas que nos determinarán pero por sobre todo, uno ES lo que ha recibido, lo que le ha sido transmitido como código de vida y valor.
Uno es el amor que le entregaron y uno es, también, sus paisajes de la infancia, con sus olores y sonidos, sus maneras y sus voces. Uno es sus vivencias. Y los afectos…. Cada instante perpetuado en la memoria. Cada uno de los detalles que construyen nuestra impronta.
Y uno es, también sus raíces y su origen. Ese que, para nosotros, lleva el nombre de ORENSE.
Por todo esto, entre otras cosas, te deseamos: ¡FELÍZ ANIVERSARIO, QUERIDO PUEBLO!
Juan Narvarte, Consuelo Diez de Narvarte
Ariel, Neldo y Amado Narvarte
Sara Boedo, Norma Laustsen e Isabel Martiarena
Mónica, Silvia y Juan Manuel Narvarte
Suny, Laura, María Clara y Sandra Narvarte
Cristina, Juan Fermín y Juan Adrián Narvarte.


Un yanqui en el pueblo de Tato Ricupero

Crecí viendo las camisetas en el cordel de mi abuela secándose al sol. Camisetas de piqué, con los números en cuerina blanca con bordes rojos también. Cada tanto algún número empezaba a despegarse y mi abuela lo cosía nuevamente con infinita paciencia, siguiendo el contorno delicadamente, respetando hasta los orificios anteriores en la cuerina desgastada. Antes de plancharlas a veces me dejaba poner una, yo si podía elegir buscaba la 14, el ruso siempre fue mi ídolo. Jugaba en la cocina de la abuela con una pelota de papel a acertarle al rincón, aro imaginario.
El Patón Ríos, Taquín Mainini, el Negro Villa, Pirincho Yanacone, el Gallego Ramos, se pasaban la pelota en un relato desprolijo de partidos a morir contra Tatalo Terragno, el Vasco Goizueta, el Loco Locatelli y demás adversarios.
Mi viejo abrazó la dirigencia del club con la pasión que nos inculco toda la vida. Ángel Keergaard lo llevo al club siendo muy joven y por más de 20 años se desempeño en distintos puestos, siempre ligado al básquet.
A principio de los 80 tenían una buena comisión, gente trabajadora y comprometida con la función. Bocha Sotuyo, Carija, Juancho Etcheto, Lucho Ansa entre otros.
Recuerdo noches gloriosas, con gimnasio lleno. Nos visito Independiente de Neuquén, encabezados por el loco Ibáñez, un artista con la pelota, capaz de hacer la jugada mas sorprendente.
También la selección Argentina de Básquet en silla de ruedas. Todavía recuerdo la sensación de ver esa gente desplazarse por la cancha en sus sillas y convertir con una facilidad abrumadora.
Un suceso inigualable sucedió a mediados del año 80. Llego a Orense el primer equipo de Obras Sanitarias de la Nación para enfrentarse a Alumni reforzado por Marcelo Dalimier y el mago Merlíni, venidos los dos de Bahía Blanca para jugar ese partido.
Obras venía de ser sub-campeón de la copa W.Jones o copa intercontinental de clubes, había perdido la final con el Real Madrid de España, que en ese momento, como ahora, era de los clubes mas poderosos de Europa. Este equipo de Obras ganó el mundial de clubes tres años después, venciendo a un club italiano.
Vinieron a jugar con Obras el Gurí Perazzo, el Tola Cadillac, Chocolate Rafaelli, un brasilero, base, Wilson de Jesús, Aguirre, Arejula, y un canadiense de 2,10 metros. llamado Marc Wosley. Hoy, después de tantos años, cobra cada vez más dimensión que semejantes monstruos hayan pisado el parquet del Anker Keergaard.
En el año 81 Quilmes de Tres Arroyos produjo una innovación en el mercado de pases basquetbolístico, contrató un norteamericano, Gregory Lee Humprey, un yanqui blanco, de 2,06 mts, rubio de bigotes, salvando las distancias, parecido a Larry Bird.
Este hecho fue un quiebre en el básquet doméstico, hasta ese momento los pases se manejaban personalmente. Contratar a Romagnoli antes de esto era ir a Tres Arroyos y ofrecerle una heladera nueva, mejor que la de Huracán, que le vendría bárbaro porque se estaba por casar. Los jugadores locales nunca habían cobrado nada por jugar y más de uno pagaba la nafta de su propio auto para ir de visitante.
Reuniones ordinarias y extraordinarias, discusiones interminables entre los miembros llevaron a la comisión a decidir intentar contratar un extranjero para que jugara en Alumni.
Con ese fin viajó a Tres Arroyos el negro Mussi, técnico de la primera, para ver dos yanquis que querían jugar nuestra liga.
Épocas de comunicación difícil, los llamados telefónicos a casa se repetían constantemente para ver cómo iba el trámite.
El negro llamó que eran dos los yanquis que habían venido, mi viejo le contestó que trajera el más alto.
Otro llamado, el negro informaba que a el le parecía que el mas bajo era mejor, llevaba como treinta libres seguidos sin errar ni uno, mi viejo le dice que lo apoya en su decisión, que trajera el que le pareciera mejor.
Otro llamado, había surgido un problema, el yanqui que le gustaba a Mussi cobraba 300 dólares más, 1500, el otro 1200.
“Si hay que bailar, bailemos”, le dijo mi viejo, “traé el mas caro”.
Llegaron de noche directamente al gimnasio, en el 128 azul que Mussi tenía en ese momento.
Reggie se bajó ante la mirada absorta de todos, jogging rojo, campera canguro, con su nombre bordado sobre el pecho, a la izquierda. Alto, 2 metros con zapatillas, como el decía, flaco pero muy marcado, físico privilegiado.
Le presentaron uno por uno al plantel, primeras sonrisas cuando se quedo mirando a Ernesto porque se lo presentaron como “Ruso”, eran épocas de la guerra fría.
Se separaron en dos equipos, uno de los cuales jugó sin camiseta, para que Reggie los reconociera. La magia invadió el gimnasio, el negro jugaba bien, metía de todos lados, la volcaba con una facilidad pasmosa y pasaba la pelota como nadie.
Alumni tenia un plantel mixto, algunos jugadores veteranos como Chichin y el negro Villa, algunos en su apogeo, el Ruso Furher, Winche Funes, Zorrino Amat, Celso Harstock, Mario Rivolta, Canguro Santiago, y la camada nueva: Zoco Ansa, Chimango Eguren, Julio Harstock, el Ruso Astrup y Rulo Montenegro.
Eran buenas épocas para nuestro básquet. Muchos jugadores del club integraban selecciones locales y de provincia.
Reggie se adaptó rápidamente al pueblo, enseñaba a las categorías menores y por la noche entrenaba con la primera. En los entrenamientos solía haber tanta gente como en un partido de años anteriores.
Era un fenómeno, jugaba en los 5 puestos, llevaba la pelota de un lado al otro de la cancha, bajaba rebotes en los dos tableros, metía de todos lados, taponaba tiros, la volcaba con muchísima facilidad. Nunca descuidaba su papel de showman que le encantaba. Se divertía jugando y lo hacia notar. Era común que saludara a alguien del público después de hacer una buena jugada, chocando las palmas. Tiraba ganchos de mitad de cancha, hacia la faja en el doble paso, y previo a tirar la bandeja la pasaba entre sus piernas.
Fuera de la cancha era una persona excepcional. Siempre rodeado de chicos, entre los que casi siempre me encontraba. De sonrisa fácil y amplia. Aprendió a hablar nuestro idioma en poquísimo tiempo, con un acento muy marcado, todavía suena en mis oídos “sin Fol., sin Fol.”, gritaba cuando marcaban en los entrenamientos. Solíamos encontrarlo en la plaza, sentado escuchando música con sus walkman, toda una novedad para la época, y nos pasaba los auriculares uno por uno para que escucháramos.
Cuando llegó vivió en lo de Cuevas, un empleado del banco Nación que integraba la comisión de Básquet, luego se mudo a lo de Quique Marquinez, justo al lado de casa.
Almorzaba todos los días en el club, Luisito Gonzalez lo atendía como un rey y Reggie se lo agradecía comiéndose todo lo que le ponía adelante. “Pollo grande” le decía al pavo, una de sus comidas preferidas.
Nuestro club organizaba tradicionalmente la copa Anker Keergaard, ese año fue inolvidable.
Reggie había hecho partidos increíbles, con goleos insólitos, como 63 puntos ante Independiente de San Cayetano, en una época que no existían los triples.
Varios jugadores nuestros alcanzaron su plenitud en ese momento. El Winche jugó increíble, poniendo toda esa garra que lo caracterizó siempre, El Zorrino desplegó todo su talento, y el gancho de zurda hizo estragos en las defensas. Mario era un goleador implacable, con un tiro exquisito de 4 o 5 metros que rara vez fallaba. La base la repartían entre Chichin y el Cangu; Chichin todo cerebro y con un tiro frontal temible, y el Cangu todo vértigo y ataque rápido. El negro Villa mantenía su tiro a 45 grados, a la altura del calefactor. El Ruso ese año entreno como nadie y estaba más fuerte que nunca. Los demás chicos estaban muy compenetrados, les tocara jugar o no. Nadie faltaba a un entrenamiento, y todos mejoraban con los aportes de Reggie, que con pases fulminantes los obligaba a estar concentrados al cien por cien. Extrañamos mucho al Pata, se había ido a estudiar y no estuvo ese año.
El torneo se jugo a pleno, con lleno total todos los partidos. Llegamos a la final con Quilmes, que aparte de Humprey, se había quedado con Darrel Pickney, un negro de 2,04, que jugaba de pívot. Completaban la plantilla Belza, un base petisito, muy cerebral, el turco Ali Sapag, goleador temible, el loco Valle, puro temperamento y garra.
Los días previos al partido fueron de locos, en las calles no se hablaba de otra cosa. La cantina del club era un hervidero.
Mi casa era un timbre tras otro, el teléfono no paraba de sonar, todos querían conseguir su entrada. Mi viejo había hecho con chapadur perforado una copia de la cancha y enumeraba las plateas. Se alquilaron tribunas en Tres Arroyos que se armaron en el balcón para aumentar la capacidad.
A la noche mis viejos miraban las plateas que se agotaban rápidamente, y nombraban gente con asombro, “nunca antes lo vi en el gimnasio” decía mi viejo, sin poder disimular la alegría del fenómeno que se había producido.
El día del partido fuimos más temprano que nunca al gimnasio, mi viejo volvió a pasar el cepillo con aserrín y querosene. Repasamos algunas maderitas que amenazaban despegarse. Despegamos algunas que sobresalían y las volvimos a pegar con brea caliente.
Mucho antes del partido empezó a llegar la gente. Algunos de localidades vecinas. Lentamente se fue llenando la cancha. Más de mil personas entraron a la cancha esa noche. La gente se fue agolpando hasta formar dos y tres filas hasta las líneas de la cancha. Yo termine con Paliyo en el escenario, agarrados a la jirafa del aro, y el que siempre fue flaco dentro de los hierros de esta
Un rato antes de que los jugadores pasaran para el vestuario llego el Ruso, entró corriendo las mamparas de la entrada, camperón verde, bolso Adidas de cuero blanco al hombro, el pelo mojado como recién peinado y una ancha y blanca sonrisa. Me tranquilicé.
Miles de veces me había contestado papa la misma pregunta:
– ¿Viene el Ruso?
– El Ruso se baja del tractor y viene a jugar.
El partido fue de película. 40 minutos tanto a tanto.
La pelota final le correspondía a Alumni, con pocos segundos en el reloj. Quilmes ganaba por un punto.
Busque a Reggie con la mirada, esa pelota la tenia que jugar él, cortaba la bocha con los brazos en alto pidiéndola a gritos. Mario la tomó en el vértice de la bocha, amagó a pasarla y se levantó él, la soltó con la técnica de siempre, el dedo mayor y el índice quedaron como señalando el destino que ya era inexorable. Voló la pelota hacia el aro, pego en el fierro, bailo en el cesto y salió. Humprey bajo el rebote y se abrazó a la pelota con los codos hacia fuera. Se termino el partido.
Mire a Paliyo como buscando una respuesta que no existía. Estaba tan absorto como yo.
Habíamos perdido, ese no era el final de la película que yo quería. No podía creer que mis ídolos perdieran. Lloré un poco mordiéndome los labios. No quería que se notara.
Inmediatamente me di cuenta que nadie del equipo reprochaba a Mario por haber errado, y llegue a la conclusión que eso era el deporte, ganar y perder. El resultado era lo de menos si el esfuerzo había sido el máximo.
Creo que desde esa época mi corazón late con el rebote de una pelota contra el parquet. Desde esa época gano y pierdo con hidalguía.
Hoy el básquet de mi pueblo viven buenas épocas. Con jugadores que representan a mi club con respeto por su historia. Con dirigentes responsables y comprometidos.
Agradezco a aquellos hombres que perdiendo la final del Keergard, me enseñaron más que si la hubieran ganado.

Tato Ricupero

LOS AMIGOS DEL LIBRO Y MIS ABUELOS de María Cristina Alonso Priuli y María de las Candelas Baigorri Alonso

No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos.”
Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.”
Federico García Lorca (Fragmento del discurso pronunciado al inaugurar la biblioteca de su pueblo ,Fuentevaqueros, en Granada)


Mis abuelos “bajaron de los barcos” a comienzos del siglo pasado. Eran inmigrantes que buscaban un lugar en el mundo para establecerse, formar una familia y vivir dignamente.
Uno fue Jesús Alonso que era español, de Carrascal del Duero, en los alrededores de Zamora y emigró con su esposa María Socorro Esteban definitivamente luego de llegar a la Argentina por primera vez en 1907.
Se estableció en Orense en 1913 en un lote que compró junto con el grupo fundacional, en un remate en Tres Arroyos.
Trabajó como cargador de bolsas, luego fue capataz hasta que pudo establecer un negocio de cereales.
Construyó su casa y su familia creció con el nacimiento de seis hijos Jesús, Rubén, Romeo (muerto en la infancia), Armonía, Nélida y Candelas. Los dos varones : Jesús Alonso, hijo (mi padre) y Rubén Alonso trabajaron junto con él en las actividades que emprendió en las primeras décadas del pujante pueblo: comercio de cereales y panadería.
Sus hijos Rubén y Candelas fueron habitantes de Orense por décadas y allí nacimos cinco de sus nietos.
En 1927 fue uno de los fundadores de la biblioteca ”Amigos del libro”, siendo su vicepresidente entonces y luego su presidente en tres ocasiones.
El otro fue Inocencio Priuli , italiano, de una aldea llamada Cemmo, en los Alpes de la provincia de Brescia. Llegó en 1912 con su esposa Catalina Bedogne y también se estableció en un lote adquirido por los primeros habitantes en el remate de 1913.
Era carpintero de oficio y en sus casa trabajó en la carpintería mientras sus familia creció con el nacimiento de cinco hijos: Úrsula (muerta en la adolescencia), Gerónima, Catalina (mi ma- dre),Carlos y Luisa.
Su hijo Carlos lo acompañó en la carpintería , dedicándose más tarde al comercio con maderas. Vivió por muchas décadas en Orense y allí nacieron sus dos hijos.
¿Y donde se cruzan sus historias con la Biblioteca “Amigos de libro”?
Jesús, un apasionado lector, propició la creación de la biblioteca, que tuvo su sede desde 1927 hasta fines de la década del 50 en el local que estaba en la casa de Inocencio, en el que yo entraba de pequeña, maravillada por los libros que allí se ordenaban en las hermosas bibliotecas construídas en su carpintería.
Que mi inolvidable y querido Orense tenga por otros cien años muchos, muchos AMIGOS DEL LIBRO.


María Cristina Alonso Priuli
En colaboración con María de las Candelas Baigorri Alonso


Agradecemos a: Armonía Socorro Alonso
Silvia Alcira Alonso
Carlos Gerardo Priuli
Ana María Keergaard
Stella Gil de Giménez


Por los datos aportados, así como material de consulta.

Alma solidaria, Anónimo

Orense se caracteriza por poseer recursos humanos que han sido el motor para generar y llevar a cabo obras importantes y acciones solidarias. Entre ellos se destaca alguien que vino de visita a Orense, proveniente de la provincia de Neuquén y que formó una familia y se instaló por mucho tiempo en nuestro pueblo.
Su vocación política, su apertura hacia la gente y su “alma” solidaria ofrecieron a mucha gente de Orense una asistencia social y humanitaria imposible de olvidar.
¿Cómo no recordar cuando la promoción 1985 del Colegio Secundario se había quedado sin viaje de egresados a Bariloche porque la empresa que habían contratado quebró? Por supuesto a este grupo de jóvenes orensanos llenos de sueños e ilusiones, los embargó la tristeza y la desilusión. Pero ahí estaba ella para solucionar problemas relacionados con la salud, económicos, sociales, personales o grupales y, por supuesto, para ayudar a los adolescentes para que pudieran realizar su ansiado viaje de egresados. Gracias a su intervención el viaje se pudo realizar (viajaron dieciocho alumnos/as y dos mayores) y quedará por siempre grabado en sus mentes y en sus corazones la enorme gratitud hacia ella.
La casa de Alma era la casa del pueblo. Se observaba un continuo entrar y salir de personas que iban a buscar una solución para sus problemas. No había límites de horarios y era habitual que hasta largas horas de la noche/madrugada estuviera tratando de resolver los inconvenientes de los demás.
¿Un problema de salud complicado? Vayamos a ver a Chani
¿Un medicamento costoso? Vayamos a pedirle a Chani
¿Se necesita una ambulancia urgente?......Chani
¡Necesito un trabajo!...Chani
¿Las instituciones necesitaban dinero? Chani
¿Alumbrado para algunas calles de Barrio Norte? …Chani
¿Una pensión para un abuelito?...Chani
Sería interminable mencionar todo lo que ella consiguió para los orensanos. Se destaca su intervención, en la década del ’90, como Presidenta de la Asociación de Fomento, concejal en el Concejo Deliberante de Tres Arroyos, mejoras para la Biblioteca Pública, etcétera.
Simplemente GRACIAS y todos los que en algún momento recibimos tu mano solidaria, tu ayuda y tu contención te abrazamos con el corazón.
Y como ella decía “Si Orense me ofreció una hermosa familia, cómo no le voy a devolver todo lo que me dio”.
Perdón por todo lo que no se menciona, es muchísimo lo que falta contar, éstas son sólo algunas líneas del libro que ella escribió en este querido pueblo que está próximo a cumplir cien años.
Este es un pequeñísimo homenaje a Chani y a su familia.


¡GRACIAS ALMA “CHANI” SAPAG!
Anónimo.

martes, 18 de junio de 2013

Biblioteca Popular Amigos del libro, de Mónica Furlong




BIBLIOTECA PÚBLICA “AMIGOS DEL LIBRO”

“Y la biblioteca…tantas ganas tenía de entrar, que entré, me di el gusto. Ahí estaba yo, alelada,(…) cuando una turba de chicos muertos de risa, entraron  por la puerta y, sin saludar ni nada, se abalanzaron sobre los libros y después se tiraron sobre unos almohadones y hasta en el suelo, y se pusieron a leer…¡O  a hacer que leían!, porque algunos, lo puedo jurar, solo miraban las figuritas y otros iban de atrás para adelante, o se salteaban, o mojaban el dedo para dar vuelta las  páginas! (…) también me acordé de mi , de la nena que fui y que de alguna manera todavía soy, y entonces me agarró una cosa tan, que se yo, que me acerqué a la bibliotecaria de los anteojos redondos y le dije: Señorita, por favor ¿me podría quedar un ratito aquí en la biblioteca?
Graciela Beatriz Cabal (Fragmento)



Escribir la historia de la Biblioteca me ha llevado a utilizar lo que conozco, a indagar mucho que desconozco y elaborar después la historia. Hacerlo fue un ejercicio saludable. Para introducirlos un poco en el tema: los años veinte han quedado marcados en la memoria colectiva del pueblo por su intensa actividad. Periódicos, Sociedades de Fomento, Bibliotecas Populares, Clubes. Como la lectura es patrimonio de las mayorías, la población alfabetizada consume ediciones populares de obras clásicas, revistas y novelas semanales.
En ese contexto, el 7 de agosto de 1927 se realiza la primera Asamblea General Ordinaria de la Sociedad Española de Socorros Mutuos. Su secretario, Aurelio Moreno da lectura al reglamento confeccionado para el proyecto de Biblioteca Popular, y ese mismo día se forma la Comisión Directiva de la Biblioteca, previa votación, quedando conformada de la siguiente forma
PRESIDENTE: JUAN LIZARRALDE
VICEPRESENTE: JESÚS ALONSO
SECRETARIO: LUIS VILA
TESORERO: SATURNINO PEREZ MESA
VOCALES: MARTÍN GANUZA (HIJO)
                   ISIDORO GONZALEZ HURTADO
                   EDUARDO AJA
Luego de conformada surgen las necesidades de mobiliario y se decide comprar anaqueles, y se adquiere una de las colecciones más valiosas de la Institución: el diccionario Enciclopédico Hispano Americano compuesto por 28 tomos, con su respectiva biblioteca, y un escritorio de roble. La biblioteca funcionaba en el local de la Sociedad Española de Socorros Mutuos.
 En 1929, siendo el presidente de la Comisión el Sr Arnaldo Cantalupi se resuelve pasar una circula r a los vecinos de la localidad solicitándoles su ingreso como socios de la biblioteca y notas a casas de comercio para que contribuyan con una cuota mensual para el mantenimiento de la Institución. El señor Facundo Castillo es el bibliotecario Ad – Honorem encargado de “anotar” los libros que envía la Sociedad Protectora de Bibliotecas Populares.
El 9 de octubre de 1931 se renueva la Comisión Directiva y es elegido presidente el Sr. Jesús Alonso, que en forma continua, junto a los demás integrantes trabajan arduamente para ese pequeño centro de cultura que crecería a través de las décadas.
En el año 1941 y bajo la presidencia de la Asociación de Fomento del Doctor Julio Maiztegui, se pide la separación de la Biblioteca, de la Sociedad de Socorros Mutuos, y se resuelve por unanimidad la independencia. La Biblioteca pasa a funcionar en un salón que pertenece a Maiztegui, y la Comisión de Fomento se hace cargo de los gastos que se originan. La atiende el señor Alfredo Soler alternando con el señor José Narvarte.  En ese entonces contaba con 54 socios.
Cuándo se celebra el cincuentenario de Orense la Biblioteca inaugura su nueva sede social, el actual edificio situado en la calle Josefina Pacheco de Riglos.
En el año 1966 la Biblioteca vuelve a tener una actividad cultural importante de la mano de su Presidenta de Comisión, Señora Zulema Soler de Baglione, y su bibliotecaria Lucía Baglione. Se adquiere más material bibliográfico, se tienen en cuenta las materias que se dictan en el Instituto Secundario José de San Martín para atraer al alumnado a la consulta, y hay una importante donación de libros del Sr. Orlando Williams Älzaga y se decide encuadrarse dentro de las exigencias de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares a fin de conseguir subsidios para distintos gastos
A partir de allí comienzan a pasar por la Institución distintas bibliotecarias: Graciela Lanusse, Silvia Schmidt, Mónica Huth, Karina Pecker, Eduardo Pecker, Victoria Gottau, y Valeria Vitali.
La actividad cultural que se desarrolla viene creciendo de la mano de una Comisión comprometida y trabajadora. Se amplía el material de consulta, se dan conferencias, charlas, exposiciones de dibujo, de pintura, de cerámica, clases de inglés.
En la década del noventa, bajo la presidencia de la señora Alma Liliana Sapag se organiza el archivo de la Biblioteca, se arreglan los techos, se crea el rincón infantil, y se incluye a la Biblioteca en el régimen de Bibliotecas Provinciales ante la Dirección Provincial de Bibliotecas.
También se comienza a gestionar la instalación de una extensión de la Biblioteca en la casona que donara la familia Hurtado en la Villa balnearia, que pasa a llamarse Centro Cultural y Biblioteca Francisco Hurtado. El proyecto se lleva a cabo y se inaugura en la temporada 93/94,  y comienza a funcionar en época estival compartiendo también el espacio con la oficina de turismo, venta de artesanías, espectáculos al aire libre y muchas actividades relacionadas con la cultura y el libro.
A partir del año 2006 comenzamos a participar en la Feria Internacional del Libro que se realiza todos los años en el mes de mayo, en el Predio Ferial de Palermo. Logramos viajar gracias a los subsidios que recibimos de CONABIP que es la Institución que protege a todas las Bibliotecas que se encuadran dentro de las exigencias requeridas.
En la actualidad se realizan talleres bajo las Asistencias técnicas que otorga la Dirección de Cultura de Tres Arroyos, inglés, manualidades, computación y también desde el Centro de Formación Profesional se dictan clases de cocina y  electricidad.
Las puertas de la institución siempre están abiertas a cualquier inquietud cultural, a crear y consolidar los hábitos de lectura, prestar apoyo a la educación, fomentar el conocimiento del patrimonio cultural, valorar las artes, facilitar el acceso a las expresiones culturales de todas las manifestaciones artísticas, favorecer la pluralidad, la diversidad.
Ha crecido nuestro acervo bibliográfico, contamos con  13.575 documentos, y seguimos creciendo gracias a nuestros socios que colaboran siempre junto con los comercios ya que gracias a ellos pudimos aggiornarla, pintándola, renovando sus cortinas, instalando el gas y haciendo de éste un lugar cálido donde tengamos ganas de quedarnos, cómo aquella niña que pide:”Señorita, por favor, ¿me puedo quedar un ratito acá en la Biblioteca?”
Mónica Furlong

La vinchuca, de María Alejandra Debesa


“LA VINCHUCA”


El sol filtraba aún sus portentosos rayos a través de los álamos. En la chacra “La Vinchuca” se respiraba la tranquila rutina diaria. Los peones alborotando la quietud del campo apartaban la hacienda en los lotes linderos y se aprestaban a bañar los lomos de los animales sudados para que la inminente helada no los dañara, Cacique –el viejo perro- participaba en las tareas.
En el galpón de paredes descascaradas un hombre introducía su torso entre la grasa de un tractor, golpeando febrilmente el motor.
Los siempre verdes que cercaban la humilde vivienda, daban forma a la intimidad del patio, a la vez que una tranquera de pesados herrajes delimitaba la entrada a la rústica vereda de piedras que posibilitaba caminar sin embarrar el calzado.
La tarde iba cayendo irremediablemente, aún así la mujer fregaba la ropa en una batea de cemento próxima a la casa, al tiempo que enjuagaba en pesados baldes de chapa ubicados estratégicamente bajo la bomba, alternando la sacrificada tarea doméstica y los rezongos por la tardanza de los niños que no llegaban.
---*---
Circundando el molino las pajas vizcacheras contenían los nidos de las gallinas que se perdían en los potreros contiguos.
El linyera contó la tercera fila de alambre y con entera maestría volteó en un solo movimiento pierna y cabeza. En un santiamén se encontró cerca de los niños que jugaban en el tanque del molino. Éstos, incrédulos y azorados permitiéndose observar la escena apenas con el vértice del ojo, presentían que algo malo iba a suceder. De inmediato el perro ladró, olfateó al desconocido y volvió a ladrar enfurecido.
Su aspecto era patético. Un prominente sombrero de ala ancha dejaba entrever una vehemente mirada. Tenía la ropa sucia y raída. Los bigotes y una barba desprolija apuntaban hacia ellos. El pelo ensortijado parecía alambres de púas mugrosos y desliñados. Se movía lentamente como cansado. Las botas de madera hacían a su paso crujir el pajonal y estremecer los sentidos. En su mano derecha sostenía con firmeza una garrafa de ginebra y en la otra un bulto de arpillera de reducido tamaño, anudado dos veces por su parte superior.
Los pequeños aterrados no daban crédito a sus ojos. No era la primera vez. Sí, el primer contacto a tan escasos metros. Retrocedieron trastabillando sobre las desgarbadas pantorrillas para luego correr despavoridos entre la maleza, que parecía enmarañarles las piernas propinándoles rasguños por doquier y sintiendo más que infinito de concluir, el trayecto hasta la casa. Con el último aliento irrumpieron exhaustos en la cocina. Maniobrando el pasador destrabaron la puerta principal. Una olla de extravagantes dimensiones bullía, dejando fluir los olores de un estofado que abría el apetito. La mesa estaba dispuesta como siempre, escoltada por dos larguísimos bancos chacareros. La radio encendida emitía una música apacible mientras el locutor con voz pausada daba la hora y anunciaba el pronóstico para el día siguiente.
La mujer se deslizó desde la sala con una fuente de loza en su mano. Interpeló a los dos chiquillos que apoyados de espalda en la pared se miraban cómplices sin emitir palabra. Ligeramente los felicitó porque después de mucho tiempo no se había visto obligada a usar la campana del patio que comúnmente tañía hasta desfallecer. En un acto de aprobación les acarició las cabezas y los invitó a asearse las manos y sentarse hasta que llegaran los demás. Levantó la tapa del cajón de los vicios, se inclinó, buscó en los compartimentos y sirvió la galleta que la semana anterior había comprado en el pueblo. De a poco se fueron ocupando los bancos con los comensales, entre patrón, hijos y peones la cocina se llenó.
---*---
El linyera se desvistió rápidamente en el cuarto. El sombrero de ala ancha cayó primero al piso de baldosas, también los harapos. Le costó sobremanera deshacerse de las botas de madera –por lo menos dos números más grandes que lo normal a sus pies- al punto que perdió el equilibrio y se fue de costado encima del banquillo blanco del esquinero. De prisa y manteniendo la respiración se arrancó de un solo tirón los bigotes y la barba. Se miró al espejo y sonrió en una irónica. Mueca. Se mojó el pelo y se alineó la ropa. La esperaban. No había excusas válidas. Faltar al ritual diario de verse congregada la familia en derredor a la mesa significaba casi incidir en un pecado capital.
---*----
El reloj daba la hora desde la pared del fondo. Fue la última en llegar. Cuando la hermana mayor entró en la cocina en forma escurridiza, se sentó junto a la cabecera, nadie advirtió su agitada presencia. Uno de los presentes concluía de rezar en voz alta agradeciendo los alimentos. La joven apartó un poco de estofado en un plato y le ofreció al perro que acurrucado a su diestra y por segunda vez en el día la olfateaba, solo que ahora meneaba amistosamente la cola en todas direcciones.


MARÍA ALEJANDRA DEBESA

lunes, 17 de junio de 2013

ELLAS, las Señoras de la Liga de María Claudia González Boedo


Hay una frase que reza: “No es porque las cosas son difíciles que no nos atrevemos. Es porque no nos atrevemos que son difíciles.” Ese fue y será siempre el desafío. Atreverse. Animarse. Y... ellas se animaron.
Orense. Década del 70, un grupo de señoras se juntaron, no por un hecho fortuito sino porque se buscaron. Se eligieron. Decididas a enfrentar un desafío factible: “Ayudar a la comunidad”. Formaron la Liga de Beneficencia, y en ella volcaron el alma y el corazón.
Muchas veces las circunstancias, las necesidades y elecciones sitúan a las personas en roles diferentes. Las adversidades, las dificultades forman parte de la vida. Están para despertarnos. Muchos las enfrentan, unos las ignoran. Otros les temen.
Algunos ante la desesperanza dejan todo en manos del destino olvidándose de su capacidad de ser proactivos. Otros se ven superados perdiendo una necesidad humana básica que es el sentimiento de permanencia; y otros muchos, ante la asimetría con que cada uno juzga la cadena de obstáculos, pasa por una entramada de crisis de valores, ideales y deseos.
Pero en toda cadena se debe buscar algún eslabón diferenciado. Ese fue y ese es la Liga de Beneficencia. Porque siempre supieron que la solidaridad es mucho más que una actitud de desapego, que no hay que comparar las diferencias sino los parecidos, y que intentando lo imposible es como se alcanza lo posible.
Se llamaban, se reunían, pasaban horas organizando eventos, recorriendo la localidad, se abroquelaban pero no cesaban en sus intentos de gestión porque sabían que el fin requería de ir sumando voluntades. Fueron muchas, hoy son menos, pero con los mismos principios y valores referentes de su esencia.
Orense las siente y Orense las ve, desde hace años luchar con perseverancia, con paciencia, con coraje, conscientes de la pertinente importancia de ser constantes. Cada logro alcanzado son gratificaciones que atesoran en sus almas, pero también son grageas de esperanza y entusiasmo para cada nuevo reto… Uno más… y son tantos...
Orense las encuentra con su impronta en el anuario que nos marca el tiempo desde la plaza, y también en el arado de reja que simboliza el trabajo rural en la fertilidad latente de la tierra. Pequeños muestrarios físicos que hacen que el tiempo no fagocite la memoria.
Pero están aun más presentes en cada gesto de nobleza, en cada compromiso genuino asumido con dignidad, en la entrega de sus tiempos, en enseñar que no hay que ser anodinos en sueños, en que cada obstáculo representa una oportunidad de lucha para mejorar una condición, y en que todos necesitamos del otro.
Ellas , las señoras de la Liga, supieron y saben de ejemplos.
María Claudia González Boedo
17 de Junio de 2013.

Homenaje a Berta Boedo, a las señoras de la Liga que ya no están, y a las que siguen estando porque fueron y son protagonistas de esta historia de amistad y de servicio.


El jardín 904 cuenta su historia Ana María Aguirregaribía


Soy el Jardín 904 y quiero contarles algunas cosas sobre mí, mi historia, que es un pedacito de otra más grande, la de mi pueblo: ORENSE.
Comenzaré contándoles que comencé a funcionar en 1968, en un espacio que nos cedió la Escuela N°17, donde se habilitaron dos salas a las que concurrían solo veinte niños de 3,4 y 5 años a cargo de tres docentes.
¡Cuánto por hacer! Debían organizarme todo, adornarme, amoblarme, proveerme de juguetes, materiales, juegos para el patio, entre otras muchas cosas….
Escuchaba a las maestras que no sabían por dónde empezar pero pensando y conversando surgieron ideas: la primera y más importante fue llamar a los padres de los pequeños y hacerles conocer mis necesidades para que pudiera funcionar como un verdadero Jardín de Infantes. Ellos, orientados por las docentes decidieron formar una Cooperadora la que, desde ese momento y por siempre fue mi compañera inseparable.
Y así empezó otro año escolar en el año 1969, y ya se comenzaban a ver mis primeros cambios. ¡Qué contentos estaban los chicos! Ya contaba con mesas y sillitas adecuadas para ellos, juguetes en distintos rincones y mis paredes empezaron a alegrarse con dibujos y adornos y en mi patio lucían los primeros juegos…
Pero, como siempre había algo más por resolver: la matrícula aumentaba muy lentamente y había que mejorar ese aspecto. A ello se abocaron mis maestras disponiéndose a visitar a todas aquellas familias que tuvieran niños entre 3 y 5 años, para hacerles conocer la importancia de la Educación Inicial. Estas visitas se realizaban después del horario escolar. ¡Cuántas anécdotas escuché sobre estas visitas! Algunas causaban mucha gracia, pero no todas fueron felices ni exitosas.
Tal vez, los padres que ya confiaban a sus hijos a las maestras jardineras influyeron en aquéllos que todavía dudaban y así, de a poco, fui creciendo…
Ya en 1975 tuve tres salas y aumentó el número de maestras, entre ellas llegó por primera vez una maestra de música que alegró a todos con las canciones propias de todos los Jardines.
Mi evolución fue constante y llegué a tener cuatro salas, más docentes y profesor de Educación Física. ¡Qué feliz me sentía! Cada vez llegaban más pequeños a mis salas.
Mis docentes, las de antes al igual que las de hoy, realizaban una tarea muy agradable, con esa magia que caracteriza a las jardineras, capaces de llevar a los niños “como jugando” a descubrir el mundo…
Ahora sí mis salas se colmaban cada año más y por ello me remodelaron y ampliaron pero así y todo, mi espacio seguía siendo reducido y comenzaron a pensar en un NUEVO EDIFICIO, un sueño que parecía inalcanzable. Mi gente se abocó a cumplir ese sueño y después de mucho tiempo llegó la gran noticia: tendría un edificio nuevo, amplio, lleno de sol, con espacios acogedores, en fin, una construcción moderna y funcional.
¡Qué maravilla, la realidad había superado el sueño! Y así fue que en julio de 1997 comenzaron a disfrutarme. Entonces festejaron y festejaron, padres, niños, docentes, cooperadores formaron un largo tren para recorrerme y conocerme.
Posteriormente, en el año 2002 comenzaron a proyectar el Jardín Maternal y tres años después llegaron a mis salas chiquitos de 2 años. De esta forma se cumplió otro de mis sueños y así seguirá mi historia…
En todos estos años aprendí que la dedicación, el esfuerzo y el amor por lo que se hace es lo que lleva al progreso de las instituciones lo que redunda en beneficio de nuestro querido pueblo de Orense.
¡FELICES 100 AÑOS TE DESEA TODA MI COMUNIDAD!


Docentes jubiladas del Jardín de Infantes N°904


Historias dormidas de Osvaldo Lanusse

En sueños recorro el pueblo donde nací, vago sin ningún punto fijo descubriendo escondidas esas crónicas dormidas que como hilos delgados meciéndose esperan ser visualizadas.
Solo basta observar detenidamente en cualquier rincón, en cualquier esquina, detrás de ruidosas persianas que hace tal vez añejo tiempo que permanecen bajas, ocultando el interior que muestra su historia. Se puede ver en ellas, creo que hasta un haz de alegría manifestado al intentar mirarlas…
Es muy tarde, los motores de la Usina, se oyen cercanos, estoy parado justo frente a lo que fue la Confitería “La Armonía,” de Víctor Montenegro, (que llegó en 1957, luego de“probar suerte en varios lugares” y se hizo cargo de la misma el 20/12/1973), a través del vidrio veo los “pollos al espiedo”, la tentación de ese lugar, las mesas y la vajilla están dispuestas, “el santiagueño desde el mostrador vigila todo”, Coca su esposa, en la cocina prepara manjares para los clientes que van llegando y los que retiran su pedido… se oyen las voces de los parroquianos que los sábados y domingos, hacían su cita infaltable en ese rincón orensano, una mesa de truco de seis: Julián Caraballo, Galeano, Mario Coronel, el Negro Amat, el Negro Conde (el resero),y Guzmán (padre del Charo), apuraban, gritaban, truco, falta envido, se pasaban el rato, entre grandes amigos. Cada sábado hacían que Coca, les cocinara para ellos, y pagaban uno cada uno, así lo habían ordenado.
Al lado una puerta que separa el lugar del cine Bristol, mis tíos Argentino y Azucena Lanusse, están allí, la gente comienza a entrar, en minutos la función empieza, todo listo, Bubi, Zubiri y Carrerita, hacen lo suyo… sala completa. Cruzo la calle por que veo gente que llega, algunos caminando, otros en auto, “zaguán con azulejos negros dos escalones,” los zaguanes si que tienen sus historias… Entro, la tía Alicia hace espumilla de chocolate…primer lagrimón que cae. (Claro ahora entiendo por que varias personas entran allí, me contaron que fueron los consultorios de varios médicos que pasaron por aquí, Podlesker, los hermanos Granoni…) Me voy, debo seguir… Hotel de Ramos, antes Hotel Colón y mucho antes Hotel Monedero, (el padre de Irma, decía el tío Tino: “me tocó bailar con Irma Monedero”, compañera de primaria de mi mamá Ñata, que hoy con sus 88 sigue impecable ). Unos pasos más, corría 1982….La Casita de Luciana, del Chino Almirón, mi primer trabajo a los 14 años, atendía la sección tienda “pilchería” de hombres, y Susana Diluca, la de damas, que época. Con Chini Ugalde, y Mirta Exler compartíamos mate y facturas todos los sábados…. Continúo el viaje, enfrente Francisco Hurtado y Cía. Y dice Atilio: “antes estaban los hermanos Basanta con un almacén, y el Dr. Hipólito Sosa, vivía en la casa de familia”. Sigo unos pasos, más de mitad de cuadra y ahí la veo la Cooperativa Agrícola Ganadera de Orense Ltda., fundada en 1930, me detengo, me invaden los recuerdos y la emoción… ¡la pucha! Ahí estoy: trabajando con 15 años, cuando estaba en la secundaria, los distingo a ellos mis viejos compañeros de trabajo: en el escritorio Juan Doladé, Carmen Miserandino, Huguito Ferreyra, Niyo Yanacone, Tomás Vidal, Rubén Pedone, Zulma Burgardt, Vicente Fiocca…, “Tatá Fernández pasa con la bandeja con el té y el café”, giro voy a cereales, alli están Julián Lucero, Celso Hartstock, Walter Vizcaíno, Omar Nievas, Nato Mendoza, paso por la sección mutual que atiende Celia Hoffmann y siento que me dice “¡Refucilo me desparramaste todo!” (me río, así me decían pues echaba vientito cuando pasaba)… Loly Chabagno y Elsa Sulmaester, limpian los vidrios y baldean el lugar… paso a la ferretería ,están Carlitos Arandía, Palito García, (que le está haciendo una broma a alguien que quiere alzar una moneda del piso, que el muy pícaro , pegó con voligoma), Cholito González riéndose de eso más atrás, Néstor Girotti, subido en la escalera buscando algo y Juancito Yanacone que sube del sótano con un rollo de manguera… En las cajas Marita Ford, Lirita Ferrario, Andrea Lotúmolo, Ana Julia Ali… Sentado en el sillón del almacén lo veo: Raúl Fernández, con un difusa luz que promete poco, lleno de facturas de proveedores, pitando de tanto en tanto, reponen la mercadería Ricardo Rodríguez, Gabriela Rodríguez, Marcela Ramos, Gabriela Canata, Daniel Montenegro, también cortan fiambre, sigo… El corralón donde está Nené Abrego, Rubito Aldaya, Carlos Molfese, más lejos en el taller, Toco Yanacone y Jorge Coronel que es su ayudante… Pocho Della Malva, barre y atiende la gente que entra por las puertas verdes del corralón….. Por ahí salgo, enfrente Delfina Valdez cose novedades a altas horas en la noche, una columna de humo se eleva, es la panadería de Liarte, me asomo por una hendija de la puerta de la cuadra, “Paquito amasa el pan, lo ayudan Aurelia y Raúl….. ¡uy! debo regresar, se ha hecho muy tarde, pero hay más , mucho más, mis pasos me llevan hasta la esquina del mercadito de Klozter, miro a la izquierda y veo al Doctor Luzi, subir al auto con su traje gris y su portafolio, hora del colegio nacional. Más allá oigo voces: me acerco más… Es la Sociedad Española, función de teatro con Benzo y Chicha, ahí me quedo... Los actores pasan uno a otro, Pirincho Yanacone, Susana Diluca, Teté Fernández, Osvaldo Espinosa… ¡uh que bueno que estuvo esto! Aplausos, se empiezan a ir, de nuevo aparece Atilio: “Vos sabés que acá hubo un viejo hotel fue de Ganuza, también Francisco Hurtado vivió con su familia y tuvo negocio, también estaba el hotel Español hoy Club Orense, yo era muy chico, lo tenía Juan Lizarralde, su hija Marta se casó con el Dr.Julio Maiztegui, que vino a hospedarse allí… ¿que cosa, no?”... “Hubo otros médicos más, --contaba Chicha Baglione-- que el primero en llegar acá fue el Dr. Paquién, en 1917, también en ese año hubo otro, el Dr..Valenzuela…(que había venido de visita a la estancia Santa Catalina), paró en el restaurant de Ordoqui que luego fue el Hotel La Amistad, y allí vió llegar a un parroquiano mal herido al que atendió con lo poco que contaba y algunas medicinas, y ahí decidió volver para instalarse, también el Dr. Félix Gagliardo allá por 1923, ah me acuerdo y le digo… “En casa de papá hay una tarjeta para un banquete que le hicieron en su honor, se ha conservado en la familia intacta todos estos años”! Y me dice: “Sabés también que….” “Esperá Atilio, es mucha información de golpe, vos si que sabés todo, qué computadora tenés en tu cabeza, gracias por tus memorias otro día la seguimos.” Me despido con un apretón de manos y me voy, confundido entre la gente que se va de la función… Pero no me ven, disparo, falta tanto, mis pies chocan con algo y me detengo, una hoja de un diario viejo que alzo y leo: “El Dr.Goldman, que viajaba en su automóvil por la vía pública, fue embestido por un animal equino que se había disparado de sus dueños”. Pienso, “cuántos profesionales de la medicina tuvo y tiene Orense”. Pero es muy tarde, no me va a alcanzar el tiempo… Corro y paso por enfrente de la comisaría, está José Orbe, Pepe Ramos, Jajarabilla y Peco Chatelain.
En la esquina pasan en sus bicicletas Estela Caraballo y Rosita Quiroga, enfermeras de la Unidad Sanitaria, fundada en 1952, Ema Conde y el Dr. Cayetano Russo las esperan allí ¡qué helada!, pero ellas sí que le han puesto el hombro al oficio… Las observo alejarse, ya llegué a la esquina doblo, la escuela 17 y otro lagrimón se cae esta vez.
Toda la escuela primaria está guardada allí, mi primer maestra Susana Baglione, mis compañeros de toda la vida, Fredy García, Cali Mainini, Anabel Barrera, Javier Ruiz, Javi Ricupero, Graciela Pagola, Fernando Fiocca, Celia Pardo, Sandra Ramos, Gladys Montero, Virginia Nielsen, Gustavo Caraballo, Claudia Ledesma, Diana y Edgardo Cernadas, Aníbal Martínez,las maestras de cuarto, quinto, sexto y séptimo Negrita Irigoyen, Mary Pacios, Adela Shjödt, Carmen Larsen, Ana Fornilo ,Nora Luzi, las directoras Elisa Di Cárolis y Sara Crovo, Silvia Valbuena, la que me abría la puerta, (varias veces que llegué tarde). Adela Blanco, la cocinera, quedo unos instantes observando el patio, la campana, los actos, los bailes, los juegos.
Continúo, veo a Leonel Guzmán revelando las fotos que nos sacó en los actos. Doblo, cruzo la calle, paso por la vidriera del sastre Betito, su corbata roja descansa colgada en una percha, una ráfaga de frente me detiene por completo en las puertas del Banco Nación. El nació el 21 de junio de 1968, cinco días después que yo, donde trabajo desde hace 20 años. Lugar en el que compartimos nuestras historias todos los días con mis amigos y compañeros de trabajo, Norma Nielsen, Emilio González, Julio Hartstock, Carlos Lachat, Rubén Hartstock, Carlos Eisele y Maximiliano Ramírez, veo el mate siempre listo, “esas picaditas que solemos compartir”, la cordialidad con los clientes que dicen: ¡Qué Banco éste! ¡Qué atención!, se llevan chistes y una sonrisa todos los días, eso lo puedo asegurar…. ¡Qué bueno, en los asados nunca faltan la guitarra, el bombo y las voces de los cantores improvisados!
Hay más, mucho más, pero es muy tarde, debo regresar a casa, la campana de la Iglesia, comienza a sonar, el cura Osvaldo está dando la misa, ahí está el Dr. Baigorri, leyendo la lectura como todos los sábados, el gran Abel, que me trajo al mundo para un día del padre un 16 de junio en la Clínica de Orense (hoy casa de Tito Abrego). Recién me doy cuenta que el Dr. Rubén Pérez, director de la Sala que llegó hace bastante, se mudó con su consultorio a la esquina siguiente (pegado a la carnicería que tuvo Pedro Fernández, ahora panadería de Coronel). El Dr.Benavídez se fue hace poco, y hubo otro en la avenida el Dr. Torres, poco tiempo… Y el nuevo recién llegado Dr. Nelson Páez Gil que vive donde estuvo el Gallego Fernández ( que fue Delegado Municipal en una oportunidad). Amanece, ya no hay micros, ni taxis, Cristóbal Aldaya é Irineo Lloveras, duermen. Es de madrugada, me sorprende detrás alguien de a caballo, estoy cansado y quiero llegar, “¿me lleva?”, le pregunto. “Si, subí”. Salimos al trote, es el oficial Villa. Se oye latir sobre el Club Alumni, el boliche bailable de la Chola Amat, Soda Stéreo, Miguel Mateos, Los Enanitos Verdes… “no habrá mas noches solitarias….tirá para arriba”. “Todo se mezcla en este disparar, en este cabalgar de sueños y nostalgias, de tiempos que se baten en mi cabeza.-En la esquina de casa veo al pasar a “Cali y Anabel “ que están en lo de doña Juana (abuela de Cali), descifrando el “endiablado francés” que en una prueba escrita nos tomará mañana en la segunda hora Carmen Villavicencio. “El Osvaldo viene después que salga de la Cooperativa”, dicen. Salto del caballo justo en la tranquera de casa, por hoy es suficiente. Antes de entrar echo una mirada a mi barrio querido: “Angelita y Juan Morales, despostan un media res en su carnicería, mientras Enzo Daniel se prepara para la escuela, Tatá Fernández llama a Kelita para ir al secundario, Raúl pone en marcha mientras tanto el Fiat 128 azul, Mercedes Ruiz hace la señal de la cruz y le cura el empacho a alguien… Margarita y Ulises Fernández cosen cotines de colchón a dos agujas en silencio, mientras Efraín se alista para ir a la comisaría, Lucrecia Ruiz y Graciela Cabodevilla preparan la mesa para comensales del mediodía que se aproxima, pasa doña María Portillo con el aroma en la canasta de sus bolas de fraile recién hechas, Letamendi ya puso la máquina municipal en condiciones para arreglar algún camino, Coca, levanta la persiana del comedor…, los Marioli (Juan Carlos, Eva, Leo y Sole) comienzan su día, Hugo Roppel perdido entre tirantes, machimbres y aserrín, comparte la labor con la ayuda de sus hijos, Silvia Pilart, arranca el Fiat 600 rojo y como cuete va para la escuela, los chiquitos duermen. Al fin entro a casa, veo a Pelado y Ñata, mis eternos y queridos viejos vestidos de fiesta es 8 de mayo hoy se casa Osvaldo. ¡Uauh, soy yo y llego tarde! Abro la puerta casi sin aliento.
¿Eh qué pasa?”, dicen sorprendidas Andrea y Milagros que se despiertan, me zamarrean, y ahí me cae la ficha, con el corazón que quiere salirse. Entonces les cuento: ¡No saben lo que soñé!


Osvaldo Lanusse Arandía
11/06/2013

miércoles, 12 de junio de 2013

Orense crece . . . de Nélida Cabo

Muchos pueblos pequeños han ido desapareciendo absorbidos por las ciudades cercanas. Sus pocos habitantes deben hacer grandes esfuerzos para mantener las instituciones y, cuando no lo logran, emigran en busca de mejores condiciones de vida . . .
Orense está bastante alejado de esta realidad y aunque lentamente sigue creciendo y cada vez ofrece mayor bienestar a sus vecinos.
Pensando en esto es que vienen a mi memoria momentos vividos en una de las tantas instituciones que hay en nuestro pueblo. . .
La Escuela 17 es una escuela pública que se sostiene impecable, a pesar de la antigüedad del edificio, gracias al aporte de su comunidad. Muchas veces, autoridades del distrito y también de la provincia, han manifestado su orgullo al ver el estado en que se encuentra.
Y es así, gracias al compromiso de su personal, al cariño de sus alumnos y ex alumnos, a la participación de los padres y (sobre todo) al esfuerzo de la Asociación Cooperadora y del pueblo de Orense.
Uno solo de estos grupos trabajando por separado no lograría ningún resultado pero todos juntos logran grandes cosas…..
Recuerdo especialmente un ejemplo de trabajo coordinado cuando, en vísperas de un aniversario de la escuela, y pensando que para vestirla de fiesta el día de su cumpleaños haría falta mucho dinero, nació la iniciativa de sembrar los costados de la ruta. . . Fue una tarea ¡muy difícil! Hablar con Vialidad, solicitar permiso a los vecinos, emparejar el terreno, ¡y luego pasar a la tarea concreta!
Padres , ex alumnos y vecinos que tenían maquinarias para realizar tareas de roturación y siembra, hacían el trabajo dedicando los fines de semana (ellos o sus empleados) algún voluntario juntaba leñas y les hacía un asadito a mediodía… y, a media tarde ¡Aparecía un grupo de señoras que les llevaban mate y tortas recién elaboradas!
Como el terreno no había sido trabajado por años , las hormigas se habían adueñado de él y amenazaban con devorar las tiernas plantas de girasol que iban brotando. ¿Quienes las combatían? Las damas del Club de Madres, los docentes y los alumnos que los sábados por la tarde iban nada menos que ¡a matar hormigas!
Primero el verde follaje y luego las hermosas cabezas amarillas del girasol daban de qué hablar en los viajes a Tres Arroyos transitando la ruta . Todos nos convertíamos en chacareros y comenzábamos a aventurar rindes. . .
Hasta que llegó la época de la recolección …. ¡Qué satisfacción ver las máquinas cosechando lo que con tanto esfuerzo se había sembrado! Satisfacción que aumentaba cuando se vendía “en lo posible de a 1 semilla”(a decir de un miembro de Cooperadora) para ir solventando los gastos que surgían.
Este es solo un ejemplo. Hoy los tiempos han cambiado y, no será sembrar la ruta, pero siempre hay un evento que convoca al pueblo para recaudar fondos para alguna institución.
Más allá de lo que significa para la economía de quien organiza, es bueno ¡muy bueno! el trabajo compartido, el sentarse junto al otro para organizar, el intercambio de ideas y , sobre todo, el iniciar a nuestros hijos en el trabajo participativo .
Mientras ese entusiasmo no decaiga Orense seguirá creciendo a la par de sus instituciones.


Nélida Cabo