martes, 16 de julio de 2013

Un reconocimiento especial al Doctor Abel Baigorri: Un ser de luz, de Alejandra Debesa




Si por algo, el pueblo de Orense puede definirse como una comunidad afortunada, es sin lugar a dudas por la destacada trayectoria de tantos años del Médico Clínico Cirujano Doctor  Abel Baigorri. Un orensano por adopción, natural de la provincia de San Juan que arribó a esta localidad a mediados del siglo pasado. 
  El Doctor Baigorri había nacido el 2 de enero de l924 en el departamento Desamparados de la mencionada provincia, en el seno de una familia constituida por nueve hijos. Su padre era médico y a decir de las palabras de su hijo  "el entorno que me rodeó desde pequeño, la familiaridad permanente con la profesión de mi padre, el contacto asiduo con los libros y la admiración que me profesaba su imagen, me marcó profundamente. De ahi el fuerte deseo  de ser lo que era mi progenitor".
 César Basilio Baigorri, su padre, era un hombre muy recto y de una gran capacidad intelectual, se desempeñó en los cargos de ministro y diputado en su provincia natal. Contaba el doctor  que los tiempos eran difíciles, épocas de grandes crisis para la Argentina, él y sus hermanos  vestían en forma modesta, pasándose la ropa unos a otros con visibles remiendos, pero se sentían igualmente felices. Para su familia el estudio era la mejor herencia posible y no se equivocaba. Cursó así sus estudios universitarios en la ciudad de La Plata y las prácticas médicas en el Hospital Policlínico de la ciudad de Buenos Aires. 
  En aquel momento de juventud y estudio supo tener como compañero al eminente Doctor René Favaloro.
  Luego de ejercer algunos años la medicina en la ciudad pre cordillerana de Barreal y ya habiendo contraído matrimonio con María de las Candelas Alonso le surgió la posibilidad de trasladarse a nuestro pueblo.  A través de un llamado telefónico y del apoyo de su cuñado el señor Rubén Alonso, concretaron el viaje. 
  Llegaron a Orense el 9 de Julio de l956. Trabajó como médico de policía durante trece años. En el año l959 comenzó su labor en la Sala de Primeros Auxilios donde concurrió  casi treinta años. 
También se dedicó y ejerció como profesor en el Instituto Privado General José de San Martín alrededor de siete años. Quienes tuvieron el privilegio de presenciar sus clases, tuvieron el placer de observar magistrales prácticas docentes de una didáctica formidable, logradas por  la pasión que les imprimía.
 Aquí en Orense, nacieron sus tres hijos, María Candelas, Laura y Abel, a quienes educó en los valores esenciales de la vida.
Sabemos de la humildad que lo caracterizó, de su pasión entrañable por la lectura, de su ambición por saber siempre más, por perfeccionarse, aún después de haber abandonado la práctica de la medicina. Sabemos de su entrega a nuestra gente, dando lo mejor de sí, de su profesionalidad. Sabemos de un ser generoso, íntegro, honesto, pero por sobre todas las cosas sinceramente humano. Sabemos de su férrea convicción  religiosa, era un respetuoso absoluto de  la vida y un abanderado de la ética y la moral.
  Así fue el Doctor Abel Baigorri, nos enseñó con el ejemplo - quien ejerce mayor influencia que las palabras sobre las personas-. Fue un hombre que nos enseñó con la coherencia de sus actos, nos apuntaló con la indeclinable posición de jamás pactar con lo que no fuese estrictamente correcto. Supo despertar la admiración, con su forma campechana y sencilla se ganó el afecto de todos. Lo vimos en el esfuerzo de noches de vigilia por sus enfermos, de la frenética carrera contra el tiempo, en la odisea que significaba la visita a domicilio cuando las calles eran de tierra y la lluvia torrencial apremiaba.  Lo conocimos en el diagnóstico probo y acertado. De seguro habrá tenido sus desaciertos, era un ser humano, pero siempre fue con la verdad, con la palabra empeñada y defendiendo la vida.
 Nos dejó un inmenso legado de enseñanza y de amor. Su recuerdo jamás se disipará porque su obra ha sido fecunda.
 Lo recordamos y lo extrañamos.

                                         ¡GRACIAS INFINITAS DOCTOR ABEL BAIGORRI!

de Alejandra Debesa

lunes, 15 de julio de 2013

Honrar la vida, de Paula Fernández




En vísperas del Centenario de Orense es propicio reconocer y homenajear a una persona sencilla, solidaria, emprendedora, optimista y, fundamentalmente, “soñadora”: hablo del SEÑOR ALBERTO RAMOS.
Mirarlo a la cara “emociona” porque sus ojos trasmiten transparencia y mucha paz.
Dialogar con él significa tener el honor de escuchar sabias palabras, conceptos que marcan un rumbo, ideal para que las escuchen los adolescentes, porque es un ejemplo a seguir.
Desde la época que iba en bicicleta a Cristiano Muerto a visitar a su novia (quien después fuera su esposa) o tal vez antes, Alberto SOÑABA con tener una casa y una fábrica. Sueño que se hizo realidad gracias a su carácter emprendedor.
Comienza a los diecinueve años con las primeras cosas en hormigón (mesadas, escalones), los realizaba con una máquina vieja que era “un rejunte de hierros”. Más tarde con la ayuda del Señor Saenz Rosas que le salió de garantía para un crédito del Banco Nación compró los terrenos y realizó un galpón. También recibió ayuda del Sr. Anker Keergaard quien confió en su capacidad y realizó los trámites para otro crédito. Él fue su primer maestro de finanzas, una persona fundamental que lo guió y lo aconsejó.
Pasó por momentos comerciales buenos y otros de mucho sufrimiento como en la época del “Rodrigazo” o la crisis del 2001, en ambos casos “se luchaba por la supervivencia”.
Hoy en día, esta hermosa fábrica de Orense produce: bebederos para hacienda, comederos para feed Lot, Cercos olímpicos, lajas para caminos, bancos para parques, mesas y sillas para camping, anillos para cámaras y pozos ciego, etcétera. El sistema de trabajo ha cambiado, ahora se realiza la producción más rápida. Los productos elaborados se comercializan en la zona, pero también llegan a lugares lejanos como Bariloche, Zapala y Las Lajas. Es una interesante fuente de trabajo para los orensanos.
Lo importante es que Alberto, con sus setenta y tres años sigue “creando” productos y para ello está largas horas pensando y dibujando el elemento que tiene en mente. Apasionado por su trabajo piensa en presentar un proyecto que tiene que ver con un sistema de desagüe cloacal donde se evitaría la contaminación del agua y en base a esto fabricaría un producto premoldeado para poder llevarlo a cabo.
Su gente más cercana lo caracteriza como “único”, ¿a cuántas personas Alberto les dio un techo? Las instituciones de Orense y de la zona le deben mucho. Siempre ayudando y aportando ideas interesantes para beneficiar a los demás.
Como dice la canción: “permanecer y transcurrir no siempre quiere sugerir honrar la vida”
“Honrar la vida es erguirse vertical, más allá de la caídas”
“No es lo mismo que vivir, honrar la vida”
Sr. Alberto: Usted sí que honra la vida.
¡Mi más sincera admiración hacia usted!
Paula Fernández


Mario Pedone Minicross



En el año 1985 comencé a armar un “cañito” para la playa. En ese momento corría en la categoría minicross el Sr. Raúl Pérez y a Osvaldo Espinosa se le ocurrió la idea de armar uno para poder participar. Nos juntamos un grupo de amigos, todos fierreros y pudimos correr hasta 1990. Tuve la oportunidad de participar como acompañante con mi amigo Ricardo Santiago.
En 1992 formé mi familia y paré, las prioridades cambiaron.
Luego de 10 años se me presenta la oportunidad de comprar el auto de Javier Espinosa, quien había logrado ganar el campeonato. Por dos años consecutivos los resultados fueron espectaculares, pelear por el número 1 en la puerta es el sueño de todos los pilotos. Fue una experiencia maravillosa para mí y todo el grupo que me acompañaba.
También pude participar del Rally.
Hoy, a…….. años de mi debut con el mini tengo el privilegio de cederle el auto a mi hijo Emilio, quien está haciendo sus primeras experiencias.
Más allá de los buenos resultados y las frustraciones obtenidas, lo que más me importa y rescato es el compartir un deporte en familia y con amigos. Siempre vivimos fines de semana agradables, donde el mate, el asadito y las manos engrasadas son infaltables.
Por supuesto que siempre queremos estar más adelante. Nunca olvidaré mi primer podi. Pero los fierros a veces te desilusionan...
Pero así se entiende y disfruta del automovilismo.


Como en los viejos cuentos, de Lirita Ferrario



Había una vez una nena a la que le gustaba dibujar…y lo hacía muy bien.
Un día, a su colegio llegó la invitación de un importante laboratorio, para que todos los chicos participaran de un concurso con sus dibujos. Y allá mandaron los sobres, cargados de ilusionados colores.
En aquellos años las comunicaciones eran todas por carta, la de sobre, la que trae el cartero. Las llamadas telefónicas eran sólo para las urgencias. Entonces, después de un largo tiempo, llegó una carta al colegio. La hermana directora, la leyó, y corrió a compartirlo con el grado de la nena que había ganado. El premio consistía en una hermosa bicicleta para ella, y muchísimos libros para el colegio. Estaban felices, ¡iban a tener una biblioteca!
Qué lindo lo que compartieron aquella tarde, en el salón de actos. ¡Qué felicidad en la cara de la nena con su bicicleta, qué orgullosos sus compañeros, y que emoción en las maestras al ver tantos libros para sus niños!
Pero… como en todos los cuentos, hay un pero, y éste era que el colegio no tenía bibliotecaria, ni los medios económicos para contratar a alguien.
También había en ese entonces, una inspectora, muy conocida en toda la región, muy respetada por todas las directoras, y cuya visita provocaba cosquillitas en la panza de los chicos… y en  más de una maestra…
Pero esta inspectora tenía un empuje, una iniciativa como pocos, y cada vez que sus exigencias hacían correr a las directoras, terminaba en algún beneficio para el colegio.
La hermana directora era igual en iniciativa, en empuje, y también cada vez que se proponía algo, exigía hasta conseguirlo; y el resultado, siempre se traducía en mejoras para su colegio.
Este colegio tenía muchos alumnos. Y estos alumnos tenían unas mamás, y abuelas, con muchas ganas de trabajar, unas mamás y abuelas,  comprometidas con el diario quehacer del colegio, y con sus necesidades. Allá iban ellas a cada reunión a la que eran convocadas. Allá se subían ellas al micro para cuidarlos en las excursiones, allá iban ellas con alguna exquisitez para la feria del plato, y  allá volvían ellas con alguna exquisitez para su casa porque había que colaborar de todos modos.
Esta vez la reunión a la que estaban convocadas era especial: ¡estaba la Inspectora! ¡Y además, la bibliotecaria del Colegio Nacional! ¿Cuál sería el propósito de la directora?
La propuesta no se hizo esperar, y el motivo de la misma tampoco: se necesitaba gente que atendiera la biblioteca porque el colegio necesitaba una biblioteca. Dicen que las mamás y las abuelas se miraron entre ellas, como corroborando que ninguna de ellas era bibliotecaria, como corroborando que querían que funcionara la biblioteca, pero que no sabían cómo ayudar. Y habló la inspectora. Ella propuso preparar personalmente, junto a la bibliotecaria del Colegio Nacional, a las que dispusieran de ganas y de tiempo para atender la biblioteca.
Y así comenzaron el taller, una abuela, y cinco mamás. El grupo tenía que ser bautizado, y así nació el grupo de “Las Abuelas Cuentacuentos”. Este nombre surgió por la presencia de una  bien dispuesta, divertida y muy comprometida abuela, la que arrastraba con su alegría,  a las mamás, a cuanta actividad organizaban.
El taller llegó a su fin. Cuentan que las alumnas hasta Certificado recibieron, el que fue atesorado como muestra de lo que muchas manos y voluntades juntas pueden lograr.
Por mucho tiempo, los chicos disfrutaron la pequeña biblioteca,  escucharon cuentos, recrearon y animaron relatos, y las Cuentacuentos se animaron hasta escribir una obra de teatro, la que al mejor estilo Esopo, dejaba un mensaje a los pequeños espectadores, mediante charlas de animales.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Han pasado muchos años, el Colegio ha crecido. Hoy cuenta con una ejemplar biblioteca, la que lleva el nombre de Luis Aldao. Y tiene una bibliotecaria, que habiendo sido alumna, partió para formarse, pero volvió para dar cada día todo el amor y toda la ternura que su colegio sembró en su corazón.

Vaya en mis palabras mi cariñoso, emocionado y agradecido recuerdo a “la abuela cuentacuentos” Negrita Debesa de Milito, y a la incansable Inspectora Sarita Linares, quienes ya no están entre nosotros,
y mi afectuoso abrazo a la distancia, por haber hecho de nuestra tarea en la Biblioteca del Colegio, uno de mis más caros recuerdos, a las queridas: Hermana Rafaela, Carmen Villavicencio, Marina Gutierrez de Beguerie, María Alejandra Debesa, Inés Lambretch de Querejazu y Susana Pereyra de Amestoy.
Y a la actual bibliotecaria, Josefina Espinosa
La nena del cuento se llama Juliana Latorraca


Saludo a Orense



1913-2013
A los que fueron, a los que son y a los que serán.
A los que lo fundaron
A quienes lo siguieron construyendo
A los que lo seguirán forjando
El recuerdo por siempre.

Que tus campos sigan dando el pan
Y los jardines sigan floreciendo
Que los niños jueguen en tus plazas
Y los jóvenes te eleven creciendo.

Que el futuro te sea venturoso
Y que Dios te bendiga en tu mar y en tu cielo.
                                    
de Susana Baglione